Amor en tiempos de regresión de derechos
El 14 de febrero es conocido como el “Día del amor y la amistad”. Solemos ver centros comerciales y tiendas llenas de opciones para intentar demostrar cuánto se quiere y aprecia a nuestras personas cercanas. Pero esto no siempre fue así. Coexisten distintas historias sobre el origen de esta celebración, pero una de las más popularizadas nos remonta a la Roma del siglo III.
Por Emma López
El emperador Claudio II había prohibido el matrimonio a las y los jóvenes, pues aducía que tanto la unión como la conformación de las familias los distraía de su servicio militar. Valentín era un joven sacerdote recién convertido, quien se rebeló en contra de esta orden y celebró matrimonios en secreto. Al enterarse, el emperador mandó a encarcelarlo y torturarlo hasta su ejecución, un 14 de febrero.
Claramente, la historia del mártir ha quedado desdibujada en medio de la parafernalia roja de rosas, peluches, chocolates y corazones, no obstante, regresar a la historia, como siempre se ha dicho, nos ayuda a comprender el presente. Y es que pareciera que los siglos pasan, pero las disposiciones sobre las relaciones humanas y la sexualidad, particularmente, siempre quedan en el medio del juego de poderes.
En el siglo III los cuerpos jóvenes eran considerados un arma fundamental de guerra, por lo que se consideraba una “distracción” de sus deberes la unión y conformación de familias; irónicamente hoy los gobiernos se han aliado con los poderes religiosos para proclamar la importancia de las familias, institucionalizando la heterosexualidad y todos aquellos rituales que celebran la misma (matrimonios, procreación, etc.), y a su vez, criminalizando aquello que no responda a esa norma.
Si bien el tema es mucho más amplio y complejo, el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos es quizá el ejemplo más reciente e ilustrativo de esto. Desde los mítines de campaña sobresalieron los discursos contra lo “woke” que no es más que la progresividad en el reconocimiento de derechos civiles de poblaciones históricamente marginadas, tales como mujeres y LGBTIQ+, que si bien no necesariamente se manifiestan en lenguaje religioso, sí están respaldados por algunas ramas cristianas cercanas al poder, ya que se adhieren también a sus intereses.
De hecho, en los últimos días, su participación en el ya histórico Desayuno de Oración Nacional, llevado a cabo en el Capitolio, Trump se declaró comprometido a cambiar la relación del gobierno con este sector del cristianismo, haciendo alusión al gobierno saliente en el cual consideró que se persiguió y criminalizó a las y los creyentes, con especial mención de activistas antiaborto a quienes concedió el indulto después de haber sido procesadas durante el gobierno del presidente Biden por obstrucción a clínicas donde se garantiza este derecho para quienes así lo desean.
Ejemplos como este pueden encontrarse fácilmente, que consolidan la imagen que ha trabajado, de ser “el elegido” y haber sido “salvado por Dios” después de atentados que colocaron en riesgo su llegada a la presidencia.
Asimismo, no es una estrategia supeditada a Estados Unidos, lo estamos viendo en Argentina, lo hemos visto en Brasil y claro, también en Guatemala.
Los cuerpos, las relaciones, y por qué no ponernos románticas y decir también el amor, son elementos fundamentales para hacer política y la historia nos evidencia su importancia y cómo se refuncionaliza el poder para su conveniencia.
¡No se casen! ¡Cásense! ¡Reproduzcanse! ¡No se reproduzcan! ¡Reproduzcanse solo estos! ¡Que no se reproduzcan aquellos!, etc.
Pero lo que unió el interés y ambición, que lo separe nuestra resistencia y organización.