México: mujeres en defensa del territorio «fluir la lucha por la vida»
Por: Argelia Guerrero Rentería / La RUA
La presente crisis de salud a nivel planetario ha llevado a un variado número de reflexiones en torno a los distintos factores que detonaron el presente escenario de emergencia mundial.
Uno de los temas recurrentes al respecto es el que se asocia a la relación entre la crisis climática y las pandemias, pues el equilibrio que los ecosistemas garantizan se fractura con procesos como la deforestación, la contaminación de ríos, lagos, mares, el envenenamiento de la tierra debido a la minería, etc. Esta ruptura de los ecosistemas propicia condiciones que permiten la aparición y propagación de enfermedades, y como ahora, cuando se detonan crisis como la presente es que se dimensiona la interconexión de la vida humana y no humana en la Tierra. De este desequilibrio han advertido en múltiples ocasiones los pueblos y comunidades indígenas y frente a este panorama de alerta es que se han erigido como defensores no solo del territorio, en tanto espacio geográfico, sino de la vida.
La historia de los pueblos originarios conjuga la sobrevivencia de su cultura y la de sus pueblos con la defensa de los territorios que habitan. Cada uno de estos pueblos y comunidades enfrenta cotidianamente el racismo y la violencia. Confrontan la discriminación de su lengua, vestimenta, costumbres e historia; también se les despoja de sus centros sagrados, ceremoniales y sitios que configuran pilares fundamentales de sus culturas.
Conjugado con el racismo y la discriminación se encuentra la voracidad de empresas y gobiernos que buscan el despojo y la explotación de sus aguas, bosques, vientos y montañas; todo ello conocido como “recursos naturales”, pero que para los pueblos y comunidades representan tal vez los últimos rincones y posibilidades para garantizar la vida de todas y todos en el planeta.
Los pueblos originarios han decidido entonces poner cuerpo y corazón en la defensa no solo de la existencia individual, sino por la defensa de la vida.
Una de las organizaciones que agrupa a muchas de estas comunidades es el Congreso Nacional Indígena. Creado en 1996 a raíz de la lucha del EZLN por la autodeterminación de los pueblos originarios, el CNI ha protagonizado diversas iniciativas para focalizar las múltiples luchas por su sobrevivencia como indígenas; pero que además vinculan su resistencia y rebeldía con otras luchas que se plantean detener la destrucción y fortalecer las resistencias frente a un enemigo común: el sistema capitalista y las múltiples cabezas, que como la Hidra de Lerna, atacan todas las formas de existir y resistir. Esta lucha ha costado la vida a muchos y muchas de sus miembros. Al menos 117 de sus integrantes han perdido la vida y a 11 de ellos les han desaparecido. Esta situación de alarma se acrecentó a raíz de la aprobación de la Reforma energética que ha promovido la implementación de diversos mega proyectos, muchos de los cuales se mantienen e impulsan desde la actual administración.
A pesar de todo, estos pueblos y comunidades han determinado no asumirse como víctimas, sino como luchadores y luchadoras por la defensa de la vida.
Han sido las mujeres de cada pueblo y comunidad quienes han adquirido un rol importante en la resistencia. Sin embargo, resulta preocupante el alto grado de violencia, vulnerabilidad y criminalización que padecen en la actualidad quienes resisten contra los megaproyectos. Alerta sobremanera el discurso del gobierno que busca desprestigiar la defensa de la vida, el territorio y los derechos humanos. Oaxaca es, por ejemplo, el estado con mayor número de defensoras y periodistas asesinadas. No es gratuito que sea ese estado quien ostente este vergonzoso primer lugar, pues particularmente en la zona del Istmo es en donde las mujeres han adquirido visibilidad y protagonismo en la defensa del territorio principalmente contra las eólicas y ahora en oposición al corredor interoceánico que significará la devastación del territorio, la precarización de sus habitantes y la destrucción de los tejidos sociales comunitarios. A la criminalización de quienes defienden el territorio, se suma la histórica condición de violencia y desigualdad que en muchos ámbitos enfrentan las mujeres.
Con la pasada intención de obtener una candidatura independiente a través de la figura de María de Jesús Patricio Martínez, el CNI se planteó colocar el foco de atención en las diversas problemáticas que enfrentan las comunidades indígenas que defienden sus territorios; pero también resaltar la importancia que la lucha de las mujeres tienen en dicha defensa. Marichuy representa hoy en día no sólo la voz de las comunidades indígenas en resistencia; sino también la voz de las mujeres en su empeño por despatriarcalizar incluso los espacios de lucha.
La lucha de las mujeres defensoras del territorio se extiende a lo largo y ancho del país construyendo procesos organizativos para resistir a un sistema capitalista y patriarcal que las violenta y discrimina por ser mujeres, por reivindicar su origen indígena y por asumirse defensoras de la vida.
Estas mujeres han decidido arriesgar la seguridad y la vida en esta lucha, muchas de ellas han sido encarceladas, les han asesinado parientes y amigos, enfrentan las amenazas de la delincuencia organizada no pocas veces vinculada a empresas y gobiernos que buscan amedrentarlas para que claudiquen en su resistencia por la defensa del territorio. Muchas de ellas han puesto el cuerpo para impedir el paso de maquinarias que devastarán no solo el espacio que habitan, sino las formas de vida humana y no humana en los territorios. Algunas otras acompañan su lucha en terreno con la resistencia jurídica que pueda bloquear el avance de un “desarrollo” que, es bien sabido, no será nunca para los pueblos. Ellas ven y viven la devastación de selvas y bosques, el envenenamiento de mares, ríos, lagos y lagunas. Miran la muerte que el llamado “progreso” lleva a sus comunidades y deciden luchar para detenerlo.
Las mujeres defensoras del territorio llevan también consigo la memoria y la palabra para recordarle a sus comunidades cómo se ha resistido, cómo se han enfrentado las catástrofes, cómo se ha alimentado y sanado el cuerpo y corazón de su pueblo. Ellas han puesto a disposición de las resistencias su historia, experiencia y sabiduría, y han hecho llegar estos ríos de resistencia a otras mujeres para platicarles sobre su experiencia organizativa y el amor colectivo por la vida. Estas mujeres han tomado un papel activo en la organización de asambleas, plantones, marchas, mítines, bloqueos carreteros, jornadas de lucha, programas de radio, encuentros y talleres. Son ríos que cuando se encuentran pueden generar corrientes de resistencia que empapan a otras mujeres y las invitan a sumergirse, a resistir, y a defender la vida.
Mujeres Binizzá, Nahuas, Mazahuas, Otomíes, Chontales, Yaquis, Mixes, Zoques, Tzeltales, Tsotsiles, Mayas, Purépechas, etc. resaltan la importancia de la defensa del territorio para garantizar la vida misma. Por ello es urgente reconocer la relevancia de su lucha y detener la violencia desatada en su contra. La situación que enfrentan no es nada fácil y apremia establecer una defensa constante e incansable de las defensoras y defensores de la vida. Ellas y ellos han definido una lucha digna que va más allá de su medio ambiente y su territorio. Han escuchado el dolor de la Tierra y de quienes la habitamos para actuar en consecuencia. Han perdido el miedo.
La otra determinación la tenemos nosotros y nosotras: reconocer su lucha, organizarnos y sumar esfuerzos. Dejar que el río de la resistencia fluya en la defensa de la vida sin venderse, sin rendirse, sin claudicar.
El presente texto es resultado del trabajo colectivo de la Red Universitaria Anticapitalista
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