El virus del machirulo
Por: Cosecha Roja
Al machirulo le gustaría resolver a los golpes su duelo con el coronavirus. Como no puede, le pega a un empleado de seguridad que le recuerda el peligro:
-Vos no me vas a decir a mí, ¡a mí!, lo que tengo que hacer.
Y luego: 19 trompadas en menos de quince segundos.
El virus es tan pequeño que lo desconcierta. Hay que culpar a alguien: la culpa siempre es de otrx. En este caso la machirulez no puede protegerlo. El peligro está en la ignorancia.
En las reglas del macho no existe eso de “cuidarse para cuidar a otros”. Hay una estructura de poder donde alguien, el macho, cuida a los demás. La idea colectiva del cuidado no tiene nada que ver con el machismo, que se maneja con la lógica de que la tranquilidad se basa en aplastar a un enemigo. El virus lo desarma: no sabe a quién aplastar.
Imaginemos al idiota en su cuarentena dándole piñas al aire.
El machismo es una performance, se expresa en actos. Los golpes son un acto, pero el lenguaje también. Así, por ejemplo pasa que alguien dice:
-Pasé la dictadura, me las banqué todas, a mí no me va a tumbar un virus.
Por favor macho argentino, andá y lavate las manos. No le tosas en la cara a la gente. No sos invencible.
Los cuidados se confunden con una situación de blandura, una mariconeada. El que se cuida no es macho, no se las banca todas. El que se cuida es un cagón. Esa dinámica muchas veces pasa desapercibida porque se vive en bastante soledad. Pero esta vez el que no se cuida jode al resto. Y se vuelve visible.
El machirulo que te tira el auto si no lo dejás pasar en la calle hoy explota si alguien le pide que haga cuarentena.
El preparador físico que golpeó al guarda de seguridad está con arresto domiciliario. La pregunta que se desprende de esa situación es inquietante. ¿Qué pasa con el violento que hace cuarentena en la casa con su familia? ¿Se puede concentrar la violencia que destila por la calle puertas adentro?