Virginia Laparra recibió el Premio Sir Henry Brooke 2025 por su lucha anticorrupción

Foto: Guatebelga

Virginia Laparra, la exfiscal encargada de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI) en Quetzaltenango, fue reconocida con el Premio Sir Henry Brooke 2025 este 3 de febrero, en Londres, durante una ceremonia de reconocimiento a su lucha anticorrupción.

Por Violeta Cetino

Este 3 de febrero, en Londres, le fue entregado a Virginia Laparra el Premio Sir Henry Brooke 2025, de manos de Lord Neuberger de Abbotsbury, expresidente de la Suprema Corte del Reino Unido. La ceremonia se llevó a cabo a las 19:00 horas, hora de Londres (13:00 horas Guatemala).

La Alianza para Abogados en Riesgo entrega este premio una vez al año para reconocer y honrar a un o una profesional del derecho, defensor o defensora de los derechos humanos que, a través de su esfuerzo personal en el curso de su práctica en un entorno desafiante, o que haya hecho una contribución sobresaliente a la promoción, protección y avance de los derechos humanos y el Estado de derecho. 

Foto: Guatebelga

La nominación de Laparra fue hecha por Fund for Global Human Rights (FGHR), y según el Comité de selección de La Alianza para Abogados en Riesgo la exfiscal fue elegida por su trayectoria “contra la corrupción y el crimen organizado en Guatemala, que la llevó a ser encarcelada por ‘abuso continuo de autoridad’, y por su compromiso dedicado a defender el Estado de derecho”.

Virginia Laparra compartió su discurso, por lo que compartimos una transcripción en esta nota: 

Premio Sir Henry Brooke, Londres, 03 de febrero de 2025 

Honorable Lord Neuberger de Abbotsbury, distinguidos miembros del Comité de Selección del Premio Sir Henry Brooke de la Alianza para Abogados en Riesgo, amigos y amigas, 

Hoy me encuentro aquí, profundamente agradecida y con humildad, al recibir este reconocimiento que no solo honra mi labor, sino también a todos aquellos que, como yo, han decidido caminar el incierto sendero de la justicia, la equidad y la defensa de los derechos humanos. Agradezco enormemente al Comité de Selección por elegirme entre tantos valientes que luchan, a diario, por los derechos fundamentales de las personas. 

Quiero expresar un agradecimiento muy especial al Fondo Global para los Derechos Humanos, que me propuso para este premio y me ha brindado su apoyo incondicional durante estos tiempos difíciles. 

Cuando decidí ser fiscal de la FECI (Fiscalía Especial contra la Impunidad), lo hice con la esperanza y el sueño de poder contribuir a la sociedad, de ver el mundo a través del conocimiento y la entrega, de ser útil a mi país, Guatemala. Elegí la defensa de los derechos humanos, que me pareció una causa noble, llena de belleza y trascendencia. Mi intención siempre fue la de ser parte de la solución, de buscar la justicia en medio de la adversidad. 

Sin embargo, la realidad fue diferente. El sistema judicial de mi país, cuyo fin supremo debería ser el de preservar y garantizar los derechos de todos y todas, se convirtió en un enemigo, uno que se opuso ferozmente a nuestra labor. 

La corrupción y la impunidad secuestraron la justicia y la transformaron en un arma letal, dirigida contra quienes intentamos enfrentarlas. La justicia, que debería ser un camino de esperanza, se volvió un instrumento de represión y persecución. 

Mi puesto en la FECI estuvo marcado por un riesgo constante. Durante los años que trabajé en la fiscalía, mi vida estuvo siempre en peligro, al igual que la de mis colegas. Tuvimos que lidiar con amenazas, persecución mediática, administrativa, política y penal de un sistema que, en lugar de apoyarnos, nos atacaba. A pesar de los riesgos, decidí continuar porque creo profundamente que la justicia y el estado de derecho son fundamentales para Guatemala. 

Como resultado de esa lucha, fui encarcelada durante dos largos años, en condiciones inhumanas. Estuve en confinamiento, en una celda de apenas 2.5 metros cuadrados, donde pasaba 23 horas al día encerrada, con una sola hora de sol. No me dieron la atención médica que necesitaba, lo que provocó que perdiera la matriz y sufriera otras complicaciones de salud que requirieron en total cinco operaciones. Al contar en una entrevista lo que me ocurría, me transfirieron de prisión, me enviaron a otro centro militar de máxima seguridad con la consigna de “aprender a permanecer callada” … al alzar la voz pues todo aquello iba contra toda lógica, me enviaron a un hospital de salud mental aduciendo era yo quien estaba fuera de la razón. 

A pesar de todo esto, mi fe en la justicia no se quebrantó. El amor por mi país y por mi gente me permitió resistir. Mi lucha por los derechos humanos no se limita a una causa personal. Esta es una lucha colectiva, de todos aquellos que se ven vulnerados por la corrupción y la impunidad, y de todos quienes, arriesgan sus vidas para construir un futuro más justo. 

En este camino, he tenido que enfrentar la pérdida de mi libertad, de mi hogar, de mi país y la dolorosa separación de mis dos bellas hijas. Me vi obligada a salir al exilio sin nada, pero con la esperanza intacta de que algún día la justicia prevalecería. 

Este reconocimiento es un recordatorio de que la lucha no ha sido en vano. El premio Sir Henry Brooke representa para mí no solo un honor personal, sino una motivación para seguir adelante con más esperanza. La labor de Sir Henry, su legado de lucha por la justicia y el estado de derecho, es una fuente de inspiración para muchos de nosotros. Espero poder seguir sus pasos y contribuir, aunque sea de forma modesta, al ideal de un mundo más justo y equitativo. 

Hoy, como exiliada, quiero reconocer los esfuerzos del presidente de la República de Guatemala, el presidente Bernardo Arévalo, quien ha demostrado un compromiso firme por preservar el estado de derecho y la democracia en el país. Es fundamental el apoyo y la observación internacional en estos tiempos tan cruciales. El trabajo por la justicia no está terminado, pues hoy más que nunca, como país necesitamos solidaridad para seguir defendiendo los derechos humanos en Guatemala y hacer posible que un día no muy lejano los exiliados podamos volver sin temer por nuestra vida y libertad. 

Este premio lo dedico a mis hijas, quienes son mi inspiración y mi razón de seguir adelante. A mis padres, ejemplos de vida en mi camino, a mis hermanos, quienes siempre han estado a mi lado con amor y alegría, a mis abogados por su lucha incansable por mantener intacta mi esperanza por la libertad y la justicia, a mis valiosos amigos y familia que siempre mantuvieron viva en mí la fuerza de la dignidad, el amor y la solidaridad humana, al pueblo de Guatemala y a la comunidad internacional que me dieron su tiempo, cariño y apoyo públicos inyectándome fuerza para resistir. 

Pero, sobre todo, dedico este premio a todos los defensores de los derechos humanos en el mundo pues han arriesgado todo por la construcción de un mundo mejor. 

Finalmente quiero compartir con ustedes unas palabras que me llegaron en uno de los momentos más oscuros de mi encarcelamiento. Una amiga, me llevó un mensaje de Albert Camus, mismo que pegué en la pared de la celda de aislamiento donde estaba. Cada vez que iba a una audiencia, después de pedirle a Dios fuerzas para seguir, me detenía a leer esas palabras, recordándome que siempre existe un verano invencible, aunque parezca que estamos atrapados en un invierno interminable. 

Las palabras de Camus decían: “En medio del odio descubrí que había, dentro de mí, un amor invencible. En medio de las lágrimas descubrí que había, dentro de mí, una sonrisa invencible. En medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible. Me di cuenta, a pesar de todo eso... En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque esto dice que no importa lo duro que el mundo empuja contra mí; en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta.” 

Esas palabras me ayudaron a mantener la esperanza y a recordar que, no importa lo que pase, siempre existe esa fuerza interior que nos permite seguir adelante. Por eso, aunque la lucha por la justicia no termina, nunca debemos perder la esperanza. Aun cuando todo se derrumbe a nuestro alrededor, la fuerza para continuar siempre vendrá de nuestro interior. 

La lucha no termina aquí. Aunque nuestra vida, nuestra libertad y nuestra integridad sean puestas en riesgo, la verdad y la justicia están de nuestro lado. El amor y la esperanza nunca deben morir. Y aunque, como muchos, haya sido forzada a abandonar mi tierra, mi corazón sigue con Guatemala, con mi gente, y con todos los que siguen luchando por un futuro de paz, justicia y equidad. 

Gracias, de corazón, a todos los que han hecho posible este momento. El camino continúa. Y no importa cuán oscura sea la noche, siempre habrá una luz que guíe a quienes se atreven a luchar por la justicia. 

Gracias.

Violeta Cetino

Soy mujer mestiza, periodista y profesional de la comunicación. Me apasiona contar historias y me interesa un mundo más digno para la niñez y la adolescencia, así como la visibilización de las demandas populares y sectores desfavorecidos de la población.

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