Mujeres en la revolución: un legado histórico de articulación y resistencia política

Fotografía: Phottic

En un acontecimiento histórico sin precedentes, con un fuerte respaldo de la ciudadanía, en 1945 asumió la presidencia de Guatemala Juan José Arévalo Bermejo, el primer presidente que fue electo a través de un proceso popular y democrático en el país luego de una serie de dictaduras.

El mandato de Arévalo Bermejo concluyó con las elecciones presidenciales de 1950 que ganó Jacobo Árbenz Guzmán, quien no pudo culminar su mandato porque fue derrocado por un golpe de Estado a cargo de militares guatemaltecos con el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en ingles) y la United Fruit Company. Ambos gobiernos marcaron la historia del país y son reconocidos como “los gobiernos de la revolución de 1944”, que realizaron grandes reformas sociales que siguen vigentes y que trascenderán debido a su importancia social, política y económica para la población guatemalteca.

Durante ese período de 10 años, en los gobiernos de Arévalo y Árbenz, también reconocidos de manera popular como “la primavera democrática”, las mujeres guatemaltecas lograron ocupar espacios que les correspondían, pero que les eran negados durante las dictaduras.

En esos años, cientos de mujeres guatemaltecas desempeñaron roles activos y vitales como sujetas políticas. Pudieron ejercer su derecho al voto y estuvieron al frente de varias causas, luchas y resistencias; también se sumaron a los partidos políticos y frentes combatientes, se organizaron, participaron y convocaron a marchas, entre otras acciones.

Sujetas de lucha y resistencia política

Gracias a la Constitución Política vigente desde marzo de 1954, se garantizó la libre organización de partidos políticos y se reconoció a las mujeres como sujetas con derechos y obligaciones, que hizo posible la organización y articulación de mujeres, sin criminalización ni persecución.

Ese logro se alcanzó por las distintas movilizaciones que las mujeres iniciaron en 1944 y fechas previas, donde hubo diversas manifestaciones con mujeres al frente. Según se recopiló en el blog en Phottic de Memorias de lucha en Guatemala, en una manifestación del 25 de junio de 1944, la llamada “manifestación silenciosa” recorrió la 6ª. avenida de la zona 1, con cientos de mujeres vestidas de negro, que sin decir alguna palabra marchaban contra la represión del expresidente Jorge Ubico; al llegar a la 17 calle, todas y todos los participantes fueron atacados por las fuerzas represivas del Estado, que asesinaron a la maestra María Chinchilla Recinos de un disparo en el rostro.

María Chinchilla era una líder magisterial originaria de la aldea Las Ánimas de Asunción, en Mita, Jutiapa y graduada del Instituto Normal Centroamericano para señoritas. María Chinchilla se convirtió en una de las primeras mártires de esas jornadas de revolución de 1944. En un homenaje a su vida y trayectoria se instituyó como el día del maestro y la maestra en Guatemala el 25 de junio, día de su asesinato.

Fotografía: Memorias de lucha en Guatemala

La doctora Guadalupe Rodríguez Ita, investigadora y profesora del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, en su artículo Participación política de las mujeres en la primavera democrática guatemalteca (1944 – 1954), explicó que después de la caída de Ubico, tanto hombres como mujeres, en ocasiones conjuntamente, siguieron realizando esfuerzos y acciones para la democratización de Guatemala, pero que particularmente algunas mujeres empezaron a destacarse como dirigentes y oradoras en manifestaciones, mítines y diversas acciones.

Algunos ejemplos que apunta, fueron los desfiles conmemorativos del 1 de mayo en 1945 (Día Nacional de los Trabajadores); la movilización del 8 de septiembre de 1946 en defensa de la revolución cuando el gobierno de Arévalo estaba siendo atacado por la United Fruit Company; y la concentración del 2 de enero de 1948 por la inauguración del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS). En las dos últimas acciones citadas, el mismo Arévalo reconoció a Hortensia Hernández Rojas, como una de las “portavoces del proletariado y de los locutores más aguerridos”.

Anamaría Cofiño Kepfer, antropóloga, historiadora y editora en la Asociación Feminista La Cuerda, en su artículo “Las comunistas de la década revolucionaria en Guatemala, y el órgano de prensa Mujeres de la Alianza Femenina Guatemalteca” publicado en la revista Nuestra Historia, apuntó que la revolución no solo les permitió a las mujeres salir del ámbito doméstico, sino compartir con otras y otros, “espacios de libertad, de acceso a conocimientos, de creatividad. Ir a la universidad, pertenecer a sindicatos, ligas campesinas y asociaciones, incorporarse al trabajo político, atreverse a cuestionar a los poderes hegemónicos, presencias obras de arte antes proscritas, fueron experiencias novedosas, pero más que eso, liberadoras. De allí surge un nuevo modelo de mujer, de ciudadana con derechos, y sostén de un proceso de transformaciones transcendentales”. 

Cofiño relató que, en el área rural, las mujeres campesinas empezaron a sentirse tomadas en cuenta por primera vez por parte del Estado, pues a pesar que la reforma agraria no las favoreció como propietarias, varias de ellas se beneficiaron con el aumento en la productividad de sus familias al recibir tierras, préstamos e insumos agrícolas otorgados durante el período de gobierno revolucionario.

Fotografía: extraída del artículo de Cofiño

Cofiño destacó en su escrito que en agosto de 1947, se realizó en Guatemala el Primer Congreso Interamericano de Mujeres, patrocinado por personajes como Gabriela Mistral y Victoria Ocampo, bajo el auspicio de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad y por la recién fundada: Unión de Mujeres Democráticas de Guatemala; allí se reunieron mujeres de distintos sectores políticos que surgieron con la revolución y algunas que más adelante se vincularían a la Alianza Femenina Guatemalteca (AFG).

Cofiño también explicó que en ese congreso se trataron temas que el entorno no político de la Guerra Fría, ponía sobre la mesa “como los relacionados con la guerra y el uso de bombas atómicas; la implementación de la democracia, la promoción de la libertad y la paz; derechos políticos y civiles de las mujeres”. 

Rodríguez Ita, también indicó que, en 1952, de acuerdo con una nota de prensa del diario El Guatemalteco, el gobierno de Árbenz fue representado por la profesora Martha Delfina Vásquez en la Asamblea Anual de la Comisión Interamericana de Mujeres, iniciada en Santiago de Chile el 30 de mayo de ese año.

Años después que Árbenz fuera obligado a renunciar de la presidencia, en el blog de Memorias de lucha en Guatemala en Phottic, también se indicó que el 17 de abril de 1962 en el marco de las Jornadas Patrióticas de marzo y abril, hubo una marcha pacífica que fue convocada por el Comité Cívico Femenino, al frente iban mujeres familiares de los muertos y heridos por la represión, exigiendo la renuncia del dictador Miguel Ydígoras Fuentes.

En ese proceso de revolución y después de la destitución de Árbenz, varias mujeres perdieron la vida, fueron desaparecidas o asesinadas, pero según el artículo de Rodríguez, a pesar de distintas adversidades, las mujeres guatemaltecas siguieron abriéndose espacios de manera activa en la política en general.

En 1965, se logró el reconocimiento pleno de las mujeres a ser electoras y electas; a partir de los años 60 surgieron grupos armados en los que las mujeres se integraron y participaron activamente hasta la firma de los Acuerdos de Paz en el 1996; a finales de los años 80, se formó el Partido Femenino Guatemalteco, sin embargo, para 2001, cuando el artículo de Rodríguez fue escrito, las mujeres no habían sobrepasado el 25% del total de militantes tanto en partidos políticos como en organizaciones políticomilitares.

Entre las mártires de esos años de revolución, se pueden mencionar a las hermanas Paiz Cárcamo, quienes fueron de las primeras mujeres provenientes de sectores urbanos, que se incorporaron a la lucha armada en Guatemala. Nora, Clemencia y Mirna, eran hijas de Julio César Paiz, militar que participó en las jornadas revolucionarias de octubre en 1944. Nora, era integrante de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), cuando fue capturada y quemada viva en 1967; Clemencia era integrante del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), y falleció en combate en 1978. Solo Mirna fue la única sobreviviente, según la publicación Memorias de lucha en Guatemala.

Fotografía: Memorias de lucha en Guatemala

¿Cuál fue la importancia de la participación de las mujeres desde los años 40?

Ana Silvia Monzón, socióloga, investigadora y comunicadora social feminista guatemalteca, explicó que la revolución de 1944 fue algo muy importante para el sector de mujeres, pues se reconoció el derecho al voto, el cual es un derecho cívico y político, pero que más allá de eso se empieza a reconocer a las mujeres como trabajadoras, aunque se les siguió viendo como madres trabajadoras.

“Los espacios de participación y los derechos mismos de las mujeres no se reducen solo a la cuestión política, sino también laboral. Creo que son derechos que lamentablemente todavía no están garantizados para la mayoría de las mujeres. Han sido 76 años de una historia muy compleja, porque en los diez años de la revolución las mujeres lograron un avance importante, tanto las de la ciudad (…), pero también mujeres del área rural que de alguna manera se fueron incorporando a la participación”, comentó Monzón.

La académica Monzón también explicó que los aportes de esos años han sido muy beneficiosos para las mujeres, pero después del 54 fue muy limitada la participación política tanto para mujeres como para hombres. Sin embargo, destacó entre los aportes, “la creación de la primera organización de mujeres que se plantea ser nacional, que fue la Alianza Femenina Guatemalteca, esa alianza tuvo como estrategia crear filiales en los departamentos. Ellas hacen un congreso muy importante en 1953, donde hacen todo un planteamiento de todas las situaciones que les están afectando en ese momento”, añadió.

Monzón apuntó que al no tener mucho espacio y tiempo para continuar su proceso de participación después de la caída de Árbenz, eso también les impidió vincularse con más movimientos a nivel internacional, sobre todo porque en ese momento estaba muy presente la discusión por la paz debido a la Guerra Fría.

La socióloga destacó también la posibilidad que se abrió en esos años para que las mujeres pudieran entrar a la universidad pues antes de la revolución de 1944, indicó que solo podían entrar a la universidad quienes tenían un bachillerato, pero a partir del proceso revolucionario se abrió el ingreso para maestras, secretarias, entre otras mujeres con distintas profesiones.

La participación política de las mujeres aumentó considerablemente desde la revolución, pero Monzón explicó que es importante la divulgación de todo lo que implicó el rol de las mujeres en ese proceso, porque mucho de lo que hicieron no quedó registrado.

“Muchas de ellas estuvieron al frente de los partidos políticos que se crearon en ese momento y habrían avanzado mucho más, si hubiesen tenido más tiempo”, enfatizó Monzón.

Fuentes documentales de referencia:

Rodríguez, G. (2001). Participación política de las mujeres en la primavera democrática guatemalteca (1944-1954). México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.

Cofiño, A. (2017). Las comunistas de la década revolucionaria en Guatemala, y el órgano de prensa Mujeres de la Alianza Femenina Guatemalteca. Nuestra Historia, 3, 127 – 141.

Jovanna Garcia

Periodista joven, guatemalteca y mestiza, interesada en contar historias. El feminismo es mi ideología de vida y estoy en contra de todo tipo de discriminación e injusticia. Mis ejes periodísticos son la cobertura de situaciones que tengan que ver con mujeres, niñez, pueblos originarios, comunidad diversa y migrantes, para colaborar con la promoción de los derechos humanos, la democracia, visibilizar luchas, injusticias, resistencias y violencias.

Anterior
Anterior

Encontrando la esencia en nuestras ancestras, reivindicando la genealogía

Siguiente
Siguiente

Intérpretes indígenas, puentes para la justicia