María Maquín reclama justicia con el perraje de su abuela Mamá Maquín a 47 años de la masacre de Panzós
María Maquín ofrenda el perraje de su abuela Adelina Caal en el altar ceremonial. Foto Juan Bautista Xol
Sobrevivientes de la masacre de Panzós y guías espirituales realizaron una ceremonia maya para agradecer por sus vidas y dar la bienvenida a sus mártires en el fuego ceremonial, un día antes del 29 de mayo, fecha en la que el ejército de Guatemala masacró a decenas de campesinas y campesinos que reclamaban el acceso a la tierra.
En el altar ceremonial María Maquín ofrendó el perraje de su abuela “Mamá Maquín” como símbolo de lucha resistencia, pero también como representación de la masacre ocurrida en 1978.
Por Juan Bautista Xol
Como todos los años, la noche previa al amanecer del 29 de mayo, guías espirituales, sobrevivientes, nietas y bisnietas de las víctimas se reúnen en la vivienda de uno de los sobrevivientes de la masacre de Panzós (1978), para preparar un altar ceremonial donde se colocan las ofrendas que se entregan al Ajaw, creador y formador para el pueblo maya Q’eqchi’.
Esta vez María Maquín, nieta de Adelina Caal, también conocida como “Mamá Maquín” colocó en el altar ceremonial, decorado con hojas, flores y velas una bolsa transparente que contenía una manta verde.
María Maquín ofrenda el perraje de su abuela Mama Maquín durante la ceremonia maya. Juan Bautista Xol
Al preguntarle sobre esa pieza de tela inmediatamente los ojos se le llenaron de lágrimas. La sobreviviente sólo pudo responder que se trataba del perraje que su abuela llevaba puesto cuando fue asesinada por el ejército en el parque central de Panzós, Alta Verapaz, el 29 de mayo de 1978, y que era algo que había conservado por varios años.
Mientras lloraba silenciosamente una de sus hijas la ayudó colocando el perraje entre las ofrendas. Luego con su incensario lo saturó (purificó) con el humo aromático del incienso de la manera en que ella sabe hacerlo.
El perraje es una manta, usualmente tejida con lana y de varios colores, con el que algunas mujeres se cubren la espalda, el pecho y la cabeza, también se utiliza para cargar a un niño o niña pequeña.
Guías espirituales realizan una ceremonia la noche del 28 de mayo para dar la bienvenida a los mártires. Foto Juan Bautista Xol
“Este es el perraje que traía mi abuela cuando la asesinaron, con esto reclamo justicia y si un día ya no estaré mis hijos y nietos seguirán reclamando justicia porque aquí está la evidencia”, dijo con los ojos llorosos, pero con coraje después de hacer la ofrenda.
Un símbolo de lucha y resistencia del pueblo Q’eqchi’
Adelina Caal recuerda que su abuela, conocida como “Mamá Maquín”, era una de las lideresas que luchaban por el acceso a la tierra en la zona baja de Panzós, un área que el Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA) había dicho que era del Estado pero que para habitarla tenían que pedirle autorización al alcalde municipal, en ese entonces Walter Overdick García.
El 29 de mayo “Mamá Maquín” llevaba un folder con la solicitud y el listado de personas que pretendían entregar al alcalde, pero fueron recibidos a balazos. Según el informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), unas 53 personas fueron asesinadas pero los sobrevivientes consideran que el número puede ser mayor.
Varias mujeres Q’eqchi’ acompañan a María Maquín en la noche de la ceremonia maya. Foto Juan Bautista Xol
Angela Caal, una de las mujeres organizadas que acompañan a los sobrevivientes, dijo que consideran el perraje como un símbolo de la lucha y resistencia del pueblo Q’eqchi’ para que se haga justicia, por lo cual decidieron que Maquín lo ofrendara en la ceremonia y lo conserve en un lugar que ella considere seguro.
Ofrendar esta indumentaria también servirá para demostrarle a la juventud lo que ocurrió en Panzós en 1978, una masacre que hasta la fecha no ha encontrado justicia, agregó Caal.
Una ceremonia para agradecer por la vida
La ceremonia maya que realizan las familias de los sobrevivientes, la noche del 28 de mayo, fue para agradecerle al Ajaw por la vida y la protección de cada uno de ellas, explicaron los guías espirituales que dirigían el ritual.
El altar y las ofrendas se colocaron a las 10 de la noche y una hora más tarde los guías se dieron “la paz de la alegría”. Este es un gesto en el que se dan las manos e inclinan su cabeza mostrando respeto el uno al otro para dar la bienvenida a los mártires de la masacre de Panzós y las energías positivas del día en el centro del altar. Al finalizar entre todos exclamaron: “Entra tata, convivamos juntos”.
El fuego de la ceremonia ardió por tres horas. Foto Juan Bautista Xol
Durante esta ceremonia cinco de los sobrevivientes estuvieron presentes. No fue posible que los demás asistieran por complicaciones de salud y por su edad avanzada.
Finalmente, a la media noche, con el son de la marimba y bajo la llovizna, los guías espirituales encendieron el fuego de la ceremonia en el monumento donde se encuentran los restos de las víctimas que según los sobrevivientes son más de 100 personas, entre niños, mujeres y hombres. El fuego duró tres horas.
Coraje y tristeza por la masacre
A las 8:30 de la mañana de este 29 de mayo, en la comunidad La Soledad, se reunieron varias familias Q’eqchi’ y Poqomchi’. Eran los familiares de los sobrevivientes de la masacre que se concentraban en el salón comunal esperando la hora de la caminata que tenían preparada para conmemorar el día de sus mártires.
Varios jóvenes y mujeres portaban pancartas, mientras que Maquín junto a sus hijas sostenían una manta vinílica con la imagen de la abuela “Mamá Maquín”.
Jóvenes acompañan la caminata para recordar la masacre. Foto Juan Bautista Xol.
El recuerdo de Mamá Maquín estuvo presente en la caminata. Foto Juan Bautista Xol
A las 9:00 de la mañana partieron del lugar. La danza del venado, un baile de origen prehispánico, encabezaba la marcha, mientras que cinco de los sobrevivientes caminaban bajo el intenso sol, interrumpido con gritos de consignas que recordaban la masacre de 1978.
La juventud organizada exigía justicia durante el recorrido que fue acompañado por las autoridades ancestrales de Panzós y de El Estor, Izabal.
“Esta marcha representa el esfuerzo de los mártires, ahora los jóvenes estamos aquí representándolo y exigiendo justicia”, indicó la joven Yesly Morales.
Mujeres Q’eqchi’ exigen justicia. Foto Juan Bautista Xol
Caminata sale de La Soledad, donde varios pobladores Q’eqchi’ salieron el 29 de mayo de 1978. Foto Juan Bautista Xol
Tras dos horas y media de recorrido, la caminata llegó al parque central de Panzós, en donde fueron asesinadas las y los campesinos Q’eqchi’. Los carteles con consignas fueron colocados en el piso, donde según los sobrevivientes habían quedado tendidos los cuerpos de las personas masacradas.
“Me da coraje y tristeza lo que le hicieron a nuestros abuelos, no tengo porque mentir, ni tengo vergüenza por lo que digo, aquí fue donde asesinaron a nuestros padres y abuelos”, expresó Maquín en su idioma Q’eqchi’.
Lorenzo asiste por primera vez a una conmemoración
Lorenzo es un sobreviviente de la masacre y quien nunca había participado en la conmemoración. Pero este 29 de mayo asistió por primera vez. Su rostro mostraba una tristeza profunda. Para él, confesó, no es fácil estar en el lugar donde lo hirieron en el brazo derecho después de cuatro disparos.
Lorenzo, sobreviviente, asiste por primera vez a una conmemoración de la masacre. Foto Juan Bautista Xol
El sobreviviente dijo que esta sería la segunda vez que aceptó ser entrevistado y hablar un poco de lo que vivió en 1978. La primera vez ocurrió cuando pidió a Prensa Comunitaria no dar su apellido, en el salón del Comité de Unidad Campesina (CUC), mientras realizaban los preparativos de esta fecha.
La segunda vez fue durante la conmemoración de la masacre. Con lágrimas en los ojos y con un nudo en la garganta agradeció a las personas mantener viva la memoria de las personas que fueron masacradas.
“Recibí un disparo en el brazo y vi cómo fueron asesinados mis compañeros, en ese entonces yo tenía 28 años”, recordó.
Después de finalizar sus intervenciones, la juventud Q’eqchi´ y Poqomchi’ de El Estor y Panzós concluyeron las actividades con la lectura de un comunicado en el que pidieron justicia y prometieron que mantendrán la lucha de sus abuelos por la tierra.
A 47 años de la masacre, el sistema de justicia aún no castiga a los responsables. Hugo Archila, abogado del Bufete Jurídico de Derechos Humanos, indicó que han encontrado desafíos en el Ministerio Público (MP) para que avance este proceso y que analizan acudir al Sistema Interamericano de Derechos Humanos.