Sara Curruchich:  “Abrazar la memoria no es solo el pasado, también el presente y el futuro”

Desde San Juan Comalapa, territorio Kaqchikel conocido como Chixot por su población, emerge la voz potente y sanadora de Sara Curruchich, cantautora indígena que ha llevado el sonido de su pueblo a escenarios internacionales. 

En esta entrevista íntima, Sara nos habla de su vínculo con la música como refugio y resistencia, su infancia marcada por los ecos del conflicto armado interno, la fuerza poética detrás de su nuevo proyecto musical “Cuando Volvás” y su firme decisión de seguir cantando desde la memoria, la ternura y la verdad. 

Por Ana Alfaro

Sara Curruchich, compositora y cantante maya Kaqchikel con diez años de trayectoría artística, se ha abierto un camino en la música nacional e internacional con las producciones musicales “Somos” y “Mujer indígena”

Previo a iniciar su nueva gira “Cuando Volvás”, recibió a Ruda para conversar sobre las cinco fechas previstas en Guatemala y México en donde le rinde homenaje al escritor Kaqchikel, Luis de Lión, desaparecido por el Ejército de Guatemala en 1984. 

La conversación se desarrolló entre obras de arte de la artista guatemalteca Marilyn Boror, en su estudio ubicado en el centro histórico de la Ciudad de Guatemala. Hablamos con la cantautora de cómo la música ha sido su refugio para sanar, ser una artista mujer en la industria y de su natal Comalapa atravesada por las heridas de la guerra.

Sara nació en el territorio de San Juan Comalapa, conocido por su población maya Kaqchikel como “Chixot”, que en Kaqchikel significa “sobre el comal”. Este municipio del departamento de Chimaltenango, a 52 km de la capital, es conocido por ser cuna de artistas, tejedoras y poetas. Además, fue atravesado por masacres, desapariciones y persecución durante el conflicto armado interno (1960-1996). 

Debido a eso, hay un mural que rodea el cementerio municipal en la entrada al pueblo donde artistas han relatado la historia de “Chixot”. Además, en el municipio hubo un destacamento militar donde la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua) encontró fosas y osamentas.

Esta realidad que vivió Comalapa no es algo que pasa desaparecido para Sara, que marcó también su niñez. Actualmente, en la voz de Sara se escucha la memoria de un pueblo, la potencia de cuidar la historia y la ternura que le inspira en su arte.

¿Quién es Sarah Curruchich para quien no la conoce?

Soy indígena maya Kaqchikel de Comalapa. Desde hace 10 años específicamente, comencé a cantar y a componer canciones como una manera de refugio pero también para sanar muchas de las agresiones que había vivido por ser mujer indígena en un contexto tan diferente a mi pueblo, que era en la ciudad específicamente, y encontré en la música muchísima sanación, alegría y una razón muy grande de emancipación, así que eso es lo que soy. 

La esperanza y el abrazo a la música ha hecho de mi ser alguien que sueña, alguien que quiere seguir cantando también desde sus vivencias como una mujer que ha compartido y ha sido atravesada por la maravilla y la energía preciosa de la tierra y estos conocimientos que también me fueron enseñando mi familia, mi comunidad, y bueno, es lo que quiero compartir a través de mis composiciones.

¿Cómo llegaste a la música?

La música llegó más conscientemente cuando tenía 6 años aproximadamente. Fue muy impactante porque hubo un momento durante esa temporada en la que mi mamá y mi papá formaban parte de un grupo religioso que visitaba personas enfermas en el pueblo. Recuerdo que mi papá en lugar de decirme que fuera a jugar con los otros niños y niñas, me señalaba siempre al grupo que tenía las guitarras, las panderetas y ese fue mi primer acercamiento a la música.

Recuerdo que cuando las personas a quienes él visitaba, escuchaban la música y comenzaban a cantar tenían una transformación en su rostro y desde ese momento me gusta mucho ver la reacción de las personas. Además, recuerdo que su semblante era de paz, de armonía incluso, y ahora con mucha certeza también, para mí es una afirmación de que la música es precisamente la sanación, y lo viví cuando me fui acercando más a la composición porque para mí fue precisamente eso.

¿Y cuál es la primera canción que recuerdas que compusiste?, ¿cómo fue ese proceso?

La primera canción que escribí es muy personal. De hecho, no la he compartido y quizás en algún momento vaya a suceder. Pero, la escribí en el 2011. Fue como un recordatorio de lo valioso que era ser parte de un pueblo indígena. Para mí fue muy necesario, y a manera de amor propio, decirme: está bien, es maravilloso ser de un pueblo indígena y es inmenso también poder pertenecer a una raíz tan fuerte.

Llegué a la capital para poder estudiar magisterio musical, me gradué y en la escuela se desarrollaron las enseñanzas de piano, de marimba, de flauta. Pero, para poder ingresar a la Escuela de Música había un examen de admisión y decían que era mucho más eficiente si podías tocar un instrumento aparte de la flauta y yo no tocaba ningún otro instrumento. Entonces, mi mamá todavía asistía a este grupo religioso y tenían guitarras, así que previo a ingresar a la Escuela de Música, presté una guitarra y aprendí a afinarla también a tocarla. Fue como autopedagógico y ya luego en la escuela me enseñaron mucho más.

¿Tienes en tus familiares alguien que haya vivido el tema de la desaparición forzada, o algún tipo violencia durante el conflicto armado?

En mi familia lo que se vivió fue persecución. No hay ninguna persona desaparecida. Sin embargo, las secuelas y los traumas de las persecuciones todavía habitan en la familia. Son procesos que aún siguen en sanación. También por esa cercanía y por conocer la historia de las personas desaparecidas, yo creo que estamos en un punto en el que no debemos ser insensibles ante las historias de las otras personas de nuestras comunidades o de nuestros alrededores.

¿Y en algún momento te ha tocado tener un sueño o alguna pesadilla con respecto a este tema? 

Recuerdo que cuando era niña, veía murales y pinturas que abordaban temáticas de la guerra y específicamente de las violencias. Hay una aldea que fue arrasada en Comalapa que se llama Papumay y de pronto ver poemas escritos de Papumay cuando sos niña, eso te impacta. Personalmente no soy una persona que vivió directamente de cara a la guerra, pero existen las memorias colectivas y las memorias comunitarias y por supuesto que hay muchos dolores. Entonces, nosotras como hijas, como nietas también de personas que vivieron de frente al conflicto armado, mamamos de esos temores, de esas angustias.

Recuerdo que, tendría unos ocho años y estaba yendo a la escuela cuando vimos que habían camiones del Ejército frente a la plaza municipal. Fue demasiado impactante que todas mis compañeritas y yo nos asustamos muchísimo. Poco a poco también fui viendo que esa era la reacción de mujeres como de la generación de mi mamá, que al Ejército volteaban la mirada o cambiaban de ruta.

Entonces, existe un trauma y temor obviamente como no ha habido una justicia real no ha sido sanado y eso es algo que sentimos también nosotras. Luego que la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), pudo hacer el recibimiento de las 172 osamentas en Comalapa y darles un entierro digno, también es algo que mueve muchísimo. Es impactante empezar a escuchar de nuevo lo que las mujeres vivieron, lo que los hombres vivieron y claro que eso es algo que te sacude.

Cuando hablamos de Comalapa, también sabemos que es uno de los territorios donde las mujeres usan orgullosamente el huipil, pero ¿es muy distinto usar el huipil en una calle a un escenario?

¡Wow qué pregunta!, sí. Creo que sí es distinto porque hay muchas personas que nunca han visto a una persona de un pueblo indígena utilizarlo, sobre todo en los escenarios internacionales. 

A veces se acercan y preguntan si tiene algún significado. Claro que para nosotras en nuestras cotidianidades utilizamos nuestros huipiles, sabemos que en el caso de Comalapa hay mucho simbolismo también de los guardianes del pueblo en nuestros huipiles por eso también decimos que es como nuestra segunda piel. Hay un vínculo que te acerca al significado y a la cosmovisión que guardan nuestras indumentarias. 

Pero cuando estamos en un escenario se sorprenden de lo que estoy utilizando. Y en algún par de ocasiones también sucedió acá en Guatemala que me preguntaban si me iba a cambiar para pasar al escenario porque no se esperaban que yo utilizara la indumentaria.

Es parte también de la naturalización del racismo y de creer que no sos capaz, como mujer indígena de un pueblo, de subirte al escenario con tu indumentaria.

¿Y qué crees que le falta a la industria musical en Guatemala para que haya más mujeres?

La industria también ha sido un espacio en donde se ha anulado mucho el trabajo de las mujeres y ha sido un desafío el poder integrar nuestros trabajos y nuestras composiciones. Sin embargo, ha habido grandes pasos y muy significativos para nosotras en general en la industria. Pero en el caso de Guatemala, yo creo que también como manera de reflexión, las personas o las artistas están haciendo sus creaciones y estamos como productoras.

Por el otro lado, está el público y la gente que consume. Si asumimos una responsabilidad de escuchar, además de darnos ese regalo de escuchar los proyectos que están teniendo otras mujeres, compañeras, amigas, creo que eso nos puede cambiar la energía de una manera maravillosa. Además, es una manera de ir cambiando las estructuras de una industria de la música que ha sido muy desafiante para reconocer el trabajo de las mujeres en la música específicamente.

¿Con qué otra artista te gustaría hacer un dueto, una colaboración?

Me gustaría mucho cantar con Anita Tijoux. Su música me ha acompañado y agradezco que la música nos acerque a mujeres extraordinarias porque en muchos momentos de mi vida su música también me ha acompañado para sentir fuerza, alegría, para sentirme acompañada en un proceso de sanación y eso es algo muy maravilloso que valoro y agradezco mucho. 

¿Y alguna mujer que admires ya sea del ámbito musical o de otros espacios?

Desde el 2018 que tengo más acercamiento a Doña Carmen Cúmez, quien es parte de CONAVIGUA. Doña Carmen Cúmez compone canciones y fue tan maravilloso poder escuchar sus composiciones y además de que tiene una certeza tan grande de que a través de su canto o a través del canto que colectivamente hacen, también pueden buscar la justicia y eso a mí me impactó muchísimo. Le tengo mucho cariño, es una gran abuela para mí…

Respecto a tu nuevo proyecto, ¿qué te motivó a musicalizar y cantar los poemas de Luis de León? ¿Y cuáles vamos a poder escuchar?

Luis de Lión es uno de mis escritores favoritos y lo conocí en el 2015, gracias a una amiga a quien quiero y admiro profundamente. Siento que Luis de Lión, además de ser un extraordinario escritor, también es una luz muy grande, no solo para la literatura guatemalteca sino también para ese resguardo de conocimientos a través de la palabra. 

El primer poema que leí de Luis de León fue uno que tiene la numeración 02, que forma parte de un conjunto de poemas que se llama Poemas para el Correo. Y el poema comienza, Cuando volvás, te esperaré con un canasto para recibir tus alegrías. Y me impactó muchísimo.

Ese poema me sacudió tanto porque todas las personas en un momento hemos esperado el retorno de alguien o poder abrazar a alguien. Y algunas veces se puede y muchas otras no. Y poco a poco me fui acercando más a los escritos de Luis de Lión, pero también a su historia.

Además, es impactante saber que muchas y muchos de los artistas en este país fueron perseguidos, siguen siendo perseguidos también, por personas que están en contra de las manifestaciones, de palabras que puedan traer conciencia o que puedan abordar una temática de justicia o de alegrías, incluso. 

Estoy muy contenta y agradecida también de haber tenido este proceso de selección de poemas, junto con su hija Mayarí, a quien también admiro. Y lo elegí así porque hablar de la memoria y abrazar a la memoria no es solamente algo del pasado, es algo del presente y también es algo del futuro. Para mí es muy importante que también a través del arte, a través del cantar podamos traer de nuevo sobre la mesa algo que nos ha atravesado tanto, pero hacerlo a través del amor, hacerlo con ternura, hacerlo también con esa dulzura que podemos encontrar en la narrativa de Luis de Lión.

Esa fue una de las motivaciones más grandes porque escuchar, leer a Luis de Lión es sentir que nos lleva a un viaje. Para mí son muy visuales sus escritos y es llevarnos a la par del Volcán de Agua en San Juan del Obispo. Además, me siento muy conmovida y muy tocada emocionalmente por la poesía de Luis, lo que me lleva a musicalizar sus poemas.

¿Y qué es lo que más te gustaría obtener de esta gira? 

Bueno, vamos a lugares también bastante emblemáticos de resguardo de la memoria. Vamos al Parque Intercultural de Quetzaltenango, a San Juan del Obispo, por supuesto a la casa de Luis de León. Vamos al Museo de la Memoria en Rabinal y también vamos a estar acá en Trovajazz.

Para terminar ¿qué consejo le darías a las niñas que están interesadas en cantar y componer?

Todo lo que compongan y nace de su corazón es perfecto y es maravilloso compartir. Que nadie ni nada nos haga creer lo contrario, ni sentirlo. Nuestra voz y pensar en lo que estemos componiendo es compartir nuestra alma y espíritu.

Ana Alfaro

Mujer, bisexual. Me he dedicado al periodismo, fotografía, gestión cultural y realización audiovisual.
La comunicación y el arte me han permitido recorrer otras miradas y posibilidades de crear. Me gusta escribir, viajar y cuando no hago eso cocino. En el 2020 publiqué el libro “Vulcánica”.

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