La defensa de la democracia unió al pueblo Mam
El Paro Nacional no surgió de la nada. Una acumulación de hechos denotó la creciente indignación popular ante el colapso del sistema democrático en Guatemala, plagado por la corrupción y la manipulación política. Los pueblos indígenas, junto a los movimientos sociales y otros actores de la sociedad, exigían la renuncia de la fiscal general, Consuelo Porras y del jefe de la FECI, Rafael Curruchiche, acusados de manipular procesos judiciales y de intentar socavar la voluntad popular expresada en las urnas.
Fue así como en el altiplano guatemalteco, los dirigentes del pueblo Mam de San Marcos, Huehuetenango y otras regiones del occidente del país, empuñaron sus varas y abrieron camino en las calles el 2 de octubre de 2023, y tocaron el corazón de miles de personas que se reunieron en la defensa de la democracia. Durante 106 días esta resistencia pacífica fue un ejemplo de lucha incansable contra la corrupción y las injusticias del sistema político de Guatemala.
Por Francisco Simón y Nathalie Quan
En la madrugada del 10 de octubre de 2023, varias caravanas con decenas de personas partieron en buses desde distintos puntos de San Marcos, Huehuetenango y otros municipios del occidente hacia la ciudad capital, llevando consigo la esperanza de un cambio. Durante años, el pueblo Mam dividido por diferencias y rencillas territoriales había mantenido a sus autoridades, dirigentes y pobladores distantes. Pero ese día, se unieron en una causa común: la defensa de la democracia y de sus derechos.
Algunas comunidades, incluso, dejaron sus divisiones, como el caso de Ixchiguán y Tajumulco, los cuales mantienen una disputa desde hace más de 85 años. Pobladores de estos municipios se sumaron a las movilizaciones y desde el 4 de octubre de 2023, tomaron el kilómetro 163 de la ruta hacia el Altiplano Marquense en resistencia pacífica contra el gobierno liderado por Alejandro Giammattei.
Por décadas, Ixchiguán y Tajumulco fueron reconocidos más por su rivalidad histórica que por sus logros en conjunto. Sin embargo, el colapso del sistema democrático en Guatemala logró lo impensable: unir a estos pueblos en una causa común. En octubre de 2023, ambas comunidades dejaron atrás años de divisiones y caminaron juntas para exigir justicia, democracia y el fin de la corrupción.
“Tajumulco no se esconde porque no le estamos robando nada a nadie… Guatemala ya eligió de manera democrática a nuestro próximo gobernante”, fue el mensaje que el municipio envió el 6 de octubre de ese mismo año, en el lugar conocido como La Cumbre.
Ese día la población de Tajumulco realizó una manifestación, frente a la Gobernación Departamental de San Marcos, donde exigió la renuncia del entonces presidente Giammattei y de la fiscal general, Consuelo Porras. En tanto, Ixchiguán respaldó la toma de la frontera de Tacaná con México.
Junto a Tacaná, San José Ojetenam y Sibinal, anunciaron su participación en el Paro Nacional en la zona alta de San Marcos, en el cruce del cerro Cotzik, que divide a los tres municipios en la frontera con México.
Esta no ha sido la primera vez que Ixchiguán y Tajumulco se unen en manifestaciones pacíficas, ya que, en 2021 salieron a las calles con la consigna de exigir la renuncia al presidente Giammattei y a la fiscal general Consuelo Porras por su implicación en la remoción ilegal de Juan Francisco Sandoval, quien fue jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI) y realizó investigaciones que incomodaron al poder político y económico por las acusaciones de corrupción.
El conflicto por la porción de tierra que dividiría a Ixchiguán de Tajumulco, en los últimos años, se ha tornado complejo por el posible involucramiento de actores del crimen organizado que ha tomado el control de las principales rutas de esa región, que conectan a ambos municipios y a la frontera del municipio de Tacaná con México.
Esto ha transformado la vida de la población que ha quedado en medio de una pugna que va más allá de lo limítrofe. La frontera entre municipios ha sido intervenida militarmente en varias ocasiones y se han implementado diálogos sin que hasta la fecha se haya logrado una solución.
Las varas, emblema de unidad y resistencia
Mientras los buses llegaban a la capital de Guatemala, una mezcla de indignación y esperanza llenaba el ambiente. Dirigentes que antes se evitaban compartieron el mismo espacio, con los rostros llenos de determinación. Con las varas ceremoniales en mano demostraban que, a pesar de las diferencias, avanzaban juntos.
Las varas de mando, símbolo de autoridad ancestral, se alzaron como un recordatorio de que las comunidades indígenas tienen la fuerza para cambiar la historia. Los dirigentes locales resaltaron que el Paro Nacional no solo se trataba de proteger el sistema electoral, sino también de rescatar la dignidad del pueblo guatemalteco. Esta unión envió un mensaje contundente al resto del país: incluso las diferencias más profundas pueden superarse cuando se lucha por un bien mayor.
“Al mostrar la vara, los caminos se abrían ante nosotros, sabían que éramos portadores de la voz del altiplano, guardianes de sus demandas y su lucha”, asegura Glendy Agustín, comunicadora comunitaria de Comitancillo, San Marcos, quien recuerda cómo durante el Paro Nacional de 2023, las varas, símbolo de autoridad y respeto en las comunidades indígenas, se convirtieron en un poderoso emblema de unidad y resistencia. A lo largo de 106 días, el pueblo Mam, encontró en estas varas la fuerza para enfrentar el sistema político y luchar por la democracia.
“La primera caravana fue el 10 de octubre. Ese día estamos con Edgar Pérez transmitiendo el recorrido de la caravana. Hacíamos videos, fotografías, para darle voz a los pueblos porque los periodistas del oficialismo y de medios corporativos de San Marcos nos acusaban de causar violencia, estaban bombardeando las redes sociales, y aseguraban que la protesta de los pueblos del altiplano era una lucha violenta, y que estábamos recibiendo dinero de USAID y otros organismos internacionales”, recuerda Agustín.
Asimismo, destaca que los periodistas comunitarios no tienen el equipo, la formación académica y los recursos para darle cobertura a un evento todo el tiempo. “Pero hicimos la lucha”, dijo.
Agustín se ha identificado con la lucha de los pueblos, lo que la motivó a ser parte de esta movilización. “Participo en el colectivo Resistencia del Altiplano de San Marcos, que está integrado por autoridades indígenas, chóferes y miembros de iglesias. Todos participamos en defensa de la democracia, pero lo más curioso es que ningún alcalde municipal de los 11 municipios participó porque al final estábamos luchando contra ellos porque VAMOS conformó su ejército de alcaldes”, dijo.
Según Glendy Agustín, para sostener la resistencia en la capital hacían turnos, regresaban al altiplano y “recobrar fuerzas”. Ella junto a su compañero Edgar Pérez nativos de Comitancillo, San Marcos, participaron incansablemente durante el tiempo que duró la resistencia.
Para documentar lo que sucedía durante la caravana que empezó el 10 de octubre hacia la capital, realizaron transmisiones en TikTok. “Los netcenter entraban y tergiversaban la información. Salía en la transmisión y comencé a traducir en el idioma Mam para que la gente comprendiera la razón de la lucha”, dice.
Glendy jugó un papel importante durante el Paro Nacional, ya que su trabajo como comunicadora le permitió llevar la voz de su pueblo. “Era crucial desmentir la desinformación que circulaba en los medios tradicionales”, asegura.
A medida que las comunidades avanzaban en caravana hacia la capital, Glendy se aseguraba de que cada paso dado por su pueblo fuese documentado y escuchado, visibilizando la lucha del pueblo Mam.
La lucha desde “El Monumento”
Desde el 10 de octubre, una docena de personas permanecían en resistencia pacífica en la entrada del departamento de San Marcos, en lugar conocido como “El Monumento”, pero con el pasar de los días se unieron pobladores de diez municipios: Comitancillo, San Miguel Ixtahuacán, Concepción Tutuapa, Tacaná, Tejutla, Ixchiguán, San José Ojetenam, Sibinal, Tajumulco y Sipacapa.
“El Monumento”, es un lugar frío, situado a unos 2,400 metros sobre el nivel del mar, conocido como la puerta de la zona alta que conecta todos los municipios del altiplano de San Marcos. El lugar se convirtió en un hogar del pueblo Maya Mam, que se había unido con otros pueblos, para luchar por la democracia y sus derechos. Todos colaboraban: los campesinos llevaban verduras y frutas frescas, los restaurantes aportaban comida caliente o atol, mientras los músicos, con sus marimbas, tun y chirimías, alegraban el ambiente.
La población decidió tomar “El Monumento” por el enojo que provocaron las acciones del Ministerio Público (MP) al no respetar los resultados de las votaciones, violentando la voluntad popular expresada en las urnas. “La gente se informaba en las redes sociales y se organizó a nivel comunitario para sumarse a la resistencia”.
Entre pancartas clamaban “el pueblo unido jamás será vencido”, “¡renuncien ya!”, “¡fuera Mamatey!” y “¡fuera golpistas, traidores de la patria!”. Durante las noches la presencia era mayor para evitar el paso de mercancías de empresas transnacionales que no apoyaron la resistencia, tachados por las comunidades como “cómplices de la corrupción”.
A partir de la segunda semana de octubre, el grupo fue creciendo, se integraron profesionales, campesinos, comerciantes, camioneros, “todos llenos de esperanza”.
El tejido social, que alguna vez fue desgarrado, por fin se había vuelto a unir. La comunidad que emergía se mantenía unida, como debió haber sido siempre. Las diferencias quedaron a un lado; los prejuicios y disputas territoriales se esfumaron, al menos durante esos días de fervor. Todos luchaban por el bien común, para no soportar otro golpe de Estado.
La vara como símbolo de determinación de los pueblos
En cada manifestación, las autoridades levantaban las varas, abriendo caminos no solo en el terreno, sino en los corazones de quienes se unían a la lucha.
Con la misma fuerza, la vara de Bibiana Ramírez, defensora de derechos humanos originaria de Cabricán, Quetzaltenango, se alzó simbolizando el poder y la determinación de su pueblo.
Ramírez vivió el Paro Nacional como un momento revelador. “Ser nombrada representante fue un honor y una gran responsabilidad”, dijo, al recordar cómo la comunidad confió en ella para representarlos.
“Nos encargamos de que el nombre de Cabricán resonara frente al Ministerio Público en Gerona”, recuerda Ramírez, al mismo tiempo en el que mencionó que la lucha no fue sencilla, ya que surgieron tensiones internas con afiliados del partido Vamos, del entonces presidente Alejandro Giammattei, quienes acusaban a los dirigentes del movimiento de recibir dinero de actores externos. Sin embargo, la comunidad logró mantener su cohesión, reconociendo la importancia de la lucha colectiva.
“Sabemos que algunos nos criticaban, pero también vimos como el paro ayudó a que muchos se dieran cuenta de que esta corrupción no solo nos afecta como individuos, sino a nuestras familias, a nuestros territorios”, agrega Ramírez.
Asimismo, asegura que el sentir del pueblo era la defensa de la democracia, “eso fue lo que nos unió como pueblos para poder manifestarnos en una resistencia pacífica”.
Ramírez dijo que estuvo presente en esta lucha para defender la decisión popular de la población guatemalteca que muchos querían invalidar, y esto la llenó de un profundo sentido de responsabilidad.
Su papel fue decisivo; su voz resonó con fuerza en cada rincón de la lucha por la democracia, y su liderazgo no solo fortaleció la resistencia, sino que también inspiró a muchas mujeres a unirse con valentía a la causa.
Esta misma inspiración tuvo la autoridad indígena de Comitancillo, Mercedes García, quien también jugó un papel decisivo en el movimiento. La lucha por la democracia no solo era una responsabilidad, sino una herencia que debía ser preservada para las futuras generaciones.
“Nunca el pueblo Mam del altiplano había buscado la unidad entre todos los municipios. La fuerza del movimiento unió a los pueblos que por años habían estado separados por conflictos internos”, dijo García.
El liderazgo de García se centró en la resistencia pacífica, promoviendo la unidad en un contexto de represión. “Nunca olvidaré el momento en que nos enfrentamos a la policía”, expresa.
“Nos criminalizaron y violentaron nuestros derechos, nos trataron como si fuéramos delincuentes, a pesar de que los verdaderos corruptos seguían sin enfrentar la justicia. A pesar de la presión policial, el movimiento no se quebrantó. La corrupción, que había permeado cada rincón del sistema, fue el enemigo común que unió a los pueblos en una causa compartida”, asegura la autoridad indígena de Comitancillo.
Un acto de reivindicación
La historia del Paro Nacional no estaría completa sin mencionar a María Laínez, originaria de San Ildefonso Ixtahuacán, Huehuetenango, lideresa del Consejo de Tejedoras de San Sebastián Huehuetenango. “Nos involucramos en otros espacios, defendiendo no solo nuestro arte, sino también luchando por el territorio y el bienestar de los pueblos", dice.
Para María Laínez, la importancia de las mujeres tejedoras en el movimiento fue fundamental. Su arte, que combina historia y resistencia, llegó hasta el Ministerio Público en forma de carteles y bordados que simbolizaban la lucha por sus derechos. “Ver nuestras creaciones allí fue un acto de reivindicación”, al recordar cómo el arte se convirtió en un vehículo de protesta y expresión.
Destaca que su papel no solo fue el de una tejedora, sino el de una defensora de la cultura Mam. “Cada hilo que tejíamos era una declaración de nuestro valor y nuestra identidad”, afirmó.
La experiencia de llevar el arte de las tejedoras al centro del poder fue, para ella, un momento de orgullo que reforzó la conexión entre la cultura y la lucha política. En sus palabras, la participación de las mujeres en el paro y la movilización también sirvió para crear un espacio de unidad entre pueblos que históricamente han estado divididos, uniendo esfuerzos contra la corrupción y exigiendo cambios en el sistema político de Guatemala.
Un nuevo horizonte
El pueblo Mam, junto al Awakateko, Chalchilteko y Popti’ de la zona fronteriza entre Huehuetenango y México, se unieron al paro nacional y tomaron las calles como parte de una movilización pacífica para presionar al gobierno de turno a que despidiera a la jefa del MP, Consuelo Porras; a los fiscales Rafael Curruchiche y Cinthia Monterroso, además, del juez Fredy Orellana, señalados de poner en marcha un complot para deslegitimar los resultados de las elecciones presidenciales del 25 de junio y 20 de agosto de 2023.
En el departamento de Huehuetenango, las comunidades Mam se organizaron desde las bases para defender lo que consideraban un ataque directo a la democracia y a sus derechos como pueblos indígenas. Mujeres, hombres, jóvenes y ancianos tomaron las carreteras y ocuparon plazas, transformando la resistencia pacífica en un espacio de solidaridad y empoderamiento colectivo.
Los pobladores ocuparon las calles y carreteras principales de Huehuetenango, como la carretera Interamericana, en donde las autoridades indígenas no se ausentaron ni un día en los kilómetros 270 y 271.
Portando sus varas que los identifican como tal, llamaron a los integrantes de los Consejos Comunitarios de Desarrollo (Cocode) y a las autoridades electas, a respaldar de forma voluntaria lo que denominaron como “lucha por la dignidad y respeto al voto”.
Las varas ceremoniales que una vez sirvieron para abrir caminos en las montañas del occidente, abrieron también un nuevo horizonte para el pueblo Mam, que mira hacia un futuro donde la unidad es el pilar de la resistencia.
El 21 de octubre, los dirigentes de las manifestaciones decidieron dar una tregua al gobierno y abrir el paso de camiones de transporte pesado, por su parte, los pueblos del territorio norte de Huehuetenango anunciaron que entrarían en asamblea permanente, mientras que las autoridades ancestrales maya Chuj, Q’anjob’al, Popti’, Akateko y Mestizo viajarían a Huehuetenango para entregar un memorial al gobernador y continuar exigiendo la salida de los fiscales y el juez detrás del golpe de Estado.
Este movimiento indígena no sólo luchó contra la corrupción, sino que también dejó claro que, cuando los pueblos se unen, son capaces de desafiar incluso los sistemas más opresivos. Y aunque la batalla por la democracia en Guatemala continúa, el eco de esas varas levantadas sigue resonando como un símbolo de esperanza para las generaciones venideras.
Lección imborrable
El legado del Paro Nacional de 2023, según Mercedes, es claro: “Ha quedado un antecedente de que la unidad es la que hace la fuerza sin violencia”.
La resistencia pacífica del pueblo Mam no solo ha creado historia, sino que ha dejado una lección imborrable: cuando los pueblos se unen, son capaces de desafiar incluso a los sistemas más corruptos. Y aunque la lucha continúe, la unidad lograda en esos días sigue siendo una luz de esperanza para las futuras generaciones.