RUDA

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Volver al campo fue mi cuarentena.

Soy descendiente de familia campesina. Mi madre desde muy pequeña me enseñó a vivir y sentir el campo, de la manera en la que ella lo había vivido: de una forma completamente ecológica. Así crecí, siendo una especie de híbrida, viviendo entre los contrastes de la ciudad y el campo. 

Ser una mujer joven, ecofeminista y pertenecer entre esas variantes de vida ha sido  mi practica diaria transgresora al sistema capitalista, consumidor y explotador. 

En lo personal, ser ecofeminista es una apuesta política múltiple y diversa: es un saber-práctico que rescata conocimientos ancestrales, busca el Buen Vivir, el cuidado de la tierra, y reconoce el valor del campesinado. Es “poner la vida en el centro y no la economía en las decisiones que guían nuestra relaciones productivas y de intercambio”.

Elvia Miralda

Practicar la ecología es ir muchas veces a contracorriente, y requiere un gran esfuerzo porque implica tomar el camino largo, respetando los procesos de la naturaleza. Es más desafiante aún viviendo en las grandes ciudades donde el sistema nos alimenta con necesidades banales de consumismo superficial e innecesario, donde no nos proporciona opciones de consumo consciente en armonía con la naturaleza. Y que si las proporciona, las delimita y las reserva a una “élite”; solo al alcance de perfiles con una serie de privilegios educativos o económicos. 

La llegada de la crisis sanitaria por la COVID-19 resaltó las desigualdades en las que vivimos, las  problemáticas ya existentes en el sistema de salud hondureño y la frágil economía de subsistencia, que al prolongarse con el tiempo hizo colapsar a las familias hondureñas en el desempleo, dejando a muchos en aras de la inseguridad alimentaria. A pesar de que el gobierno hondureño anunciara por todos los medios de comunicación sus campañas de ayudas solidarias (bolsas solidarias de alimentos), la distribución de estas en todo el país fue desigual (favoreciendo solo a miembros del partido) y no permitió mitigar el hambre en las poblaciones mas vulnerables de todo el país. 

Al inicio de la pandemia, y antes que el gobierno dictara medidas como toque de queda obligatorio en todo el país, mi familia y yo decidimos dejar la ciudad y volver al campo para refugiarnos de alguna forma ante la situación de incertidumbre que empezaba a desarrollarse en el país. Así también lo hicieron muchas personas que tenían la posibilidad de movilizarse a un ambiente mas tranquilo. 

Así, mi cuarentena se convirtió en 4 meses (con)viviendo con mi familia en el campo. Fue un tiempo lleno de reflexiones, reacciones y cambios internos.

Elvia Miralda

En mi comunidad, la adaptación a la crisis por la COVID-19 conllevó a buscar nuevas transformaciones de sostener la vida. Las mujeres idearon soluciones creativas y resilientes a la crisis alimentaria y económica, creando redes de comercio local y volviendo al intercambio de bienes como el trueque. 

Entre mi familia hubo el intercambiando de semillas para volver a cultivar la tierra y cosechar alimentos, y el intercambio de frutas y vegetales por productos lácteos.

Elvia Miralda

Poder experimentar y ser parte de esa interdependencia ecológica (tierra – personas), y  comunitaria (entre las personas), brindándonos apoyo mutuo y solidario en tiempos de incertidumbre, me devuelven la confianza y me reafirman que sí es posible construir nuevas formas de sostener la vida y la economía con alternativas ecológicas, solidarias y culturalmente aceptables. 

Vivir el campo, me hizo resignificar qué es el territorio y el sustento, identificando el cuerpo como mi primer territorio y el sector agroalimentario, como la base que produce el alimento que sustenta mi cuerpo, mi vida. Empecé a darme cuenta del poco y muchas veces invisibilizado valor que le damos al trabajo de cuidado de los/as campesinas en el sistema alimentario. Son ellas quienes llevan la noble labor de sustentar nuestra vida (nuestro cuerpo), nuestro primer territorio.

Elvia Miralda

Esta pandemia se presentó como una oportunidad urgente para reflexionar, reaccionar  y ejercer cambios conscientes enfocados en la ética y la economía de los cuidados, que promuevan y generen nuevos modos de relacionarnos como sociedad con la naturaleza, basándonos en principios de igualdad, solidaridad y el Buen Vivir.