RUDA

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Prácticas en Movimiento para la Sobrevivencia

Por: Alejandra Garavito

Cuando hace cinco meses comenzó el “estado pandémico”; mi vida implosionó. Me rajé por dentro al no poder entrenar en los parques, bicicletear por las calles, ir a los espacios construidos colectivamente y encontrarme con personas que sueñan y ríen desde trincheras como la mía. El éxito y salubridad de mi adultez radica en abrazar mi práctica artística como estrella en el oscuro camino desconocido. La práctica de investigar y descubrir la vida a través del Cuerpo y el movimiento, la de invitar al consenso y al tacto, la de gozar la presencia, lo sensorial, lo instantáneo, y fundirme en la deliciosa sorpresa que es el juego del encuentro con el presente, lxs otrxs, el tiempo y el espacio. Esta práctica que de un día para otro se volvió prohibida. En el privilegio de poder #QuedarmeEnCasa perdí la libertad que había asumido, mi identidad de mujer independiente. Nómada empedernida, a veces en huida, a veces en búsqueda. Ha tomado cinco ciclos de luna re-habitar y traducir la práctica en mantra, no solamente como un lugar performativo, escénico, metafórico; sino en un hogar donde invocar la maestría interna, donde mantenerme enraizada para sobrevivir tantos terremotos.

Extraño el anonimato de la oscuridad donde bailamos nuestros días de cansancio y corporizábamos las victorias; donde sudamos sin pena y sin morbo. Cuando se negó la movilización externa, la macabra forma en que tiene la mente de engañar, me hizo creer que todo había parado/pausado. Pero el movimiento nunca ha sido exclusivo a este cuerpo. El movimiento está en todos lados y sigue sucediendo, con y sin permiso, con y sin reconocimiento. El movimiento es sagrado, y en palabras de Fabiana Capriotti, “el movimiento ha atravesado muchas crisis pero nunca ha estado amenazado, solo lo ha estado el formato.”El movimiento lo hace el planeta y todos los seres que estamos parados encima. Hay danzas sucediendo a todo nuestro alrededor, las hay frágiles y tiernas, vertiginosas y volátiles, lentas y pacientes. Existen en las copas de los grandes pinos, dentro de tu boca cuando limpias los dientes con tu lengua o en esa torpe forma en que acordamos con los ojos la mejor forma de saludarnos. Volteo a ver el cielo, miro las nubes transmutarse en seres amorfos guiadas por la invisible brisa; así también yo inhalo y exhalo para percibir los bailes que se bailan por dentro.

Pero claro, no siempre me he sentido nube, he llovido muchas veces. Durante este proceso de adaptación contextual, las aguas dentro de mi cuerpo se han sentido empozadas. Y cuando algo se estanca se pudre. No quiero quedarme quieta, porque me da miedo descomponerme enterrada en mi propia pila de pensamientos o peor, fermentar-me derrotada por los que cobran peaje por vivir en esta sociedad. Soy 3⁄4 partes de liquido y cada gota es equivalente a los sueños que me construyen. Si el agua se acaba, nos acabamos nosotrxs, y si se acaban los sueños, nos acabamos nosotrxs también. Quiero ser como las aguas del planeta Tierra y seguirme moviendo en la profundidad y en la superficie, por los surcos de los campos, por las venas del corazón, por los poros hacia el exterior limpiando el tóxico de este mundo maldito donde sed de agua y de sueños tienen muchxs. Sembraré tule en mis aguas y me sacudiré para crear oleajes que me oxigenen. Movilizaré la rigidez para exorcizar el miedo a la caída de la cascada. La renuncia voluntaria al raciocinio expone el vértigo al encuentro sensorial de tocar y ser tocadx.

Y sí, quizás aún faltan muchas cosas para volver a vernos por los espacios seguros y tocar(nos), pero si prestas atención a la planta de tus pies rozando el piso, puedes estar segurx de que quienes amas y están lejos también están rozando esa misma corteza; y de alguna forma entre ustedes se están tocando, a través de esta enorme masa de polvo. Cuanto más cerca estemos de la Tierra, más la Tierra nos sostendrá, hasta que regresemos a ella. Y quizás cuando esto suceda el movimiento será connaturalmente placentero. Hasta entonces, el Manifiesto -Movimiento Delicioso- de Eiko Otake me afirma que, cuando en duda, la práctica de investigar y descubrir la vida a través del Cuerpo y el movimiento es mi camino para sobrevivir.

//Manifiesto//

  • Muévete para descansar, dormir y soñar.

  • Muévete para probar y compartir.

  • Muévete para olvidar y recordar.

  • Muévete para experimentar un cuerpo como parte de un paisaje y un paisaje

como cuerpo; ambos respiran y se mueven.

  • Muévete para experimentar que el tiempo no es uniforme y el espacio no está vacío.

  • Muévete para experimentar que las distancias son maleables.

  • Mira la danza como una flor que crece, florece, se marchita, para ser notada, nutrida y saboreada.

  • Aprecia la vida como movimiento (aun en relativa quietud).

  • Al estar con otrxs (presentes o perdidxs), encuentra una manera de disfrutar los conflictos y negociar. Aprende por experiencia.

  • Baila un dueto con tu sombra.

  • Muévete para crear una cultura de paz sostenible.

  • Piensa en lo que la gente que ha muerto podría querer de nosotrxs.

  • Honraa el silencio.

¿Cuál es la práctica que te mantiene vivx?