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María y su testimonio de cómo sobrevivió a la violencia de género

Foto: Archivo Ruda

En muchas ocasiones, algunas mujeres contactan a Ruda para narrar su experiencia frente a las múltiples violencias en contra de las mujeres, para que quien las lea no solo se identifique, sino sepan cómo y dónde buscar ayuda para sobreponerse. Esta es la historia de María, quien detalla cómo la violencia fue en aumento. 

Por Ruda

Las parejas que mantienen una relación sexoafectiva, y que incluyen a otras parejas o llegan a tener sexo con otras personas bajo acuerdos y consentimiento son llamadas “Swinger”. Esta es una experiencia de la que se habla poco en Guatemala, pero existe. Una mujer que ha estado muy cerca de este espacio compartió con Ruda que dentro también hay un hombre adicto al sexo, iracundo y violento. Para cuidar su testimonio y procurar su seguridad, nos referiremos a él como Pedro y a ella, como María. 

Ella estuvo durante 18 años con Pedro dirigiendo y haciendo fiestas, talleres, eventos y actividades para invitar a más parejas a realizar esta práctica sexual. 

“Durante toda mi convivencia con esta persona hubo varios hechos de violencia. Muchas veces esos hechos no eran hacia mí, entonces yo no me sentía totalmente atacada”, contó. 

Recordó que el primer hecho violento que notó en Pedro fue cuando, en una reunión de amigos, él dispuso irse a dormir mientras los demás cantaban karaoke. A las 3:00 de la madrugada el grupo seguía cantando, cuando él salió de la habitación y furioso golpeó con una patada a la persona que estaba cantando. “Debí haber salido corriendo”, dijo María.

La violencia que ejercía Pedro era casi contra cualquier persona, en cualquier espacio, hasta en el tráfico. “Por ejemplo, al estar en una cola de carros, le empezaba a gritar al de la par”. Pedro no dudaba en bajarse del carro y empezar una pelea. “Simplemente pasaba y él regresaba con la camisa llena de sangre. Él es una persona que realmente no se puede controlar, tanto en el tema de violencia como en el tema sexual”.

Cuando María se refiere a lo sexual, lo describe como un adicto al sexo, “para él es como una adicción espantosa el estar con una mujer, con otra, con otra y llega un momento en que no importa quién es, o sea, no importa”. Podían ser desde clientas, hasta trabajadoras de la empresa que dirigían juntos.

“Hubo un momento en que todo esto se salió de control. La comunidad swinger es una comunidad de parejas, usualmente casadas o formales. Y de repente él empezó a hacer una mezcolanza y con la que se le pusiera enfrente. Le trataba de vender la idea (a las mujeres) y si podía tener sexo con ella, tenía sexo con ella”, dijo María. Fue allí donde todo se empezó a salir de control, y más o menos hace tres o cuatro años las agresiones fueron directamente contra ella.

Las actividades comerciales también empezaron a desgastar a María. Había violencia económica, porque ella tenía que resolver las deudas y problemas con los bancos, pues Pedro decía que no podía figurar y toda la responsabilidad recaía en ella. 

En los testimonios que otras mujeres han relatado a Ruda, la mayoría coincide en que los agresores empiezan a revisarles los celulares, computadoras y a alejarlas de amistades y familia. en el caso de María también llegó a suceder. “Él revisaba mis teléfonos todas las noches. Yo no podía ni siquiera ir con una amiga a tomar café. Él me decía ‘No, es que tú sos una figura pública donde le puedes estar contando tus cosas a la gente. Yo no quiero que salgas con fulano, yo no quiero que salgas’”. Y así fue como empezó a aislarla, incluso de su núcleo familiar. “Tengo años de no hablar con un montón de gente, precisamente porque me fui aislando y llegó un momento en que mi vida era alrededor de él, lo que él dijera, lo que él dispusiera, vivía yo dentro de una casa que era de él, ya no tenía libertad o las cosas propias”.

Dentro de la misma propiedad donde Pedro y María vivían, a la vez era el área comercial en el que trabajaban, por lo que los hechos de violencia estaban presentes en el mismo espacio. María recordó un hecho que ocurrió dentro de esas mismas cuatro paredes. “Había unas facturas que se tenían que hacer y le dije que las haría después. Entonces agarró mi ropa y me dijo que me fuera de la casa. Él gritó y aunque no había sido violento conmigo, yo sentía miedo, porque él ya había generado esa atmósfera de miedo”

En sus ataques de furia dentro del tráfico, le quebró un dedo a María. Otros arranques de ira los manifestaba cuando manejaba el vehículo a toda velocidad y otras, cuando se bajaba del carro y se ponía en medio de la Calle Martí y se balanceaba como amenazando con tirarse a los vehículos.

“El año pasado fue cuando se salió todo de control. Yo me di cuenta que él estaba teniendo sexo con una de las empleadas y empezaron a hacer las cosas de todo lo comercial que yo manejaba. A mí ya no me tomaban en cuenta, el dinero se lo daba a ella para que administrara todo”. Cuando María notó lo que sucedía, optó por reclamarle a Pedro y dieron inicio las discusiones que cada vez se hacían más grandes y constantes. 

La violencia económica y física estaban ya más presentes porque Pedro no realizaba ningún pago, ni de luz, ni agua, y hasta la manutención del perro era responsabilidad total de María. Tampoco le daba acceso a usar los carros de la empresa. Ella empezó a sentir el agobio de todo y en septiembre del 2023, ella le expresó su intención de ir con un psicólogo, un profesional de la salud mental que tampoco podía elegir ella, sino fue él quien lo hizo. “Yo no podía escoger el psicólogo porque esto se me iba a salir de control, entonces se reunió con alguien que asistía también a nuestras actividades y mucho después me enteré de que él le dijo algo así como ‘Arreglala, yo la quiero como era antes’”.

A María, acudir con una psicóloga le abrió la puerta para tener a alguien con quien hablar de lo que estaba viviendo, y decirle “Yo necesito fuerza para irme de ahí. Yo ya no le encuentro ni pies ni cabeza, pero tampoco tengo el valor de agarrar todas mis cosas e irme”. 

María tampoco tenía derecho a descansar, Pedro la obligaba a estar despierta hasta la hora que fuera, ponía la televisión a todo volumen mientras él estaba en el celular viendo redes sociales. Y cuando por fin se dormía, ella lograba hacer cosas que a ella le gustaban, como ejercicio o ver cosas del trabajo. 

Al salir del país donde María creyó que él no sería violento, también lo hizo. “En un viaje a Estados Unidos, él empezó a pelear con la seguridad del hotel, en espacios donde yo creía que las cosas iban a ser mejor porque nosotros éramos extranjeros, porque no podíamos exponernos a un escándalo”. María reconoció que Pedro ya no tenía límites y que él se salía de control totalmente. “Esos fueron, quizás, los últimos viajes que hicimos. A fin de año ya no hubo feliz Navidad, ni feliz año”.

En ocasiones, en la oficina, Pedro la tomaba del cuello mientras le decía que la iba a matar, en presencia de personas que, según María, “se han hecho las locas”. 

Ante todos estos hechos, la psicóloga le hizo ver a María que su vida estaba en peligro, que debía salir de ahí. Además, contó que Pedro, en uno de sus momentos de arrebato, le dijo que le daría 10 mil quetzales y un año de renta para que se fuera de la casa, promesas que no cumplió. “Nos matamos a vergazos o te doy 10 mil quetzales”, le dijo.

En esos momentos, una amiga de María le escribió porque quería que se reuniera con ella, y fue allí, al estar con su amiga, donde se desmoronó. Esa amiga fue una de las personas que le ayudó a lograr escapar de las manos de Pedro. 

María puso una denuncia en el Ministerio Público contra Pedro, mientras él le quitó el control de las cuentas de banco que antes, dijo, no podía figurar.

Han pasado meses y María ha pedido que Pedro le devuelva las cosas personales. “Yo renové medidas de seguridad en septiembre y él se opuso. En la última citación, la jueza le contestó que realmente él necesitaba terapia y que se notaba el tipo de persona que era. Aparte de eso, hay una empresa en la que yo tengo el 90% de las acciones y que él no tiene absolutamente nada, el otro 10% lo tiene otra persona de esa empresa. Él tiene cinco vehículos, los míos tienen los equipos de salud, que están registrados a nombre de la empresa, y tampoco los he podido recuperar y no los he podido recuperar porque sigue también en el proceso del MP”.

María es una sobreviviente de violencia física, psicológica, económica y verbal. Si tú también estás sufriendo algún tipo de violencia, puedes comunicarte a instituciones y organizaciones que apoyan a las mujeres ante estos hechos.

Secretaría Contra la Violencia Sexual, Explotación yTrata de Personas (SVET): 2221-3279 

Policía Nacional Civil: 110/1561

Ciberdelitos: 3040-3317