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Del hogar a la cárcel: historia de Juana, la migrante maya Chuj que lleva 7 años encarcelada en México. Parte II

Foto: Francisco Simon

Juana Alonzo Santizo, migrante maya hablante Chuj, está presa en Reynosa, Tamaulipas, México, por un delito que nunca cometió. Originaria de Huehuetenango, Juana es una joven mujer maya que buscó en la migración respuestas para su situación y la de su familia. Fue acusada de secuestro por otra migrante que estaba junto a ella, retenida, en una casa de coyotes en Reynosa, frontera de México con EEUU. Fue detenida, golpeada y amenazada, como no entiende el español no pudo defenderse de los cargos y hace siete años que está presa.

Esta es la segunda entrega de la historia de Juana, construida con su familia en San Mateo Ixtatán. Cómo vivieron y viven su detención, los costos que tuvieron que afrontar. Fueron estafados dos veces por la Policía de México que les pidió plata para resolver la situación de Juana y no lo hizo. Uno de sus hermanos, Pedro, migró a EEUU para poder apoyar a su familia y financiar la defensa de Juana.

También relatamos los sueños de Juana, su lucha por estudiar, superando la pobreza, la discriminación y el machismo y las razones que la llevaron a migrar.

El costo de no rendirse: mentiras, estafas y migración

Los siete años de prisión de Juana Alonzo Santizo en Reynosa, México, han golpeado muy duro a su familia. En diálogo con Prensa Comunitaria, Pedro Alonzo Santizo, su hermano aseguró que los familiares han invertido más de 150 mil quetzales en busca de la libertad de Juana, pero la respuesta ha sido negativa.

Él, según asegura, por amor a su hermana detenida en México, migró en febrero de 2015 hacia Estados Unidos.

Estuvo en el país estadounidense por seis años apoyando económicamente para el caso de Juana Alonzo con la esperanza de que saliera libre, sin embargo, no ocurrió. Pedro indicó que no logró construir su hogar por apoyar a su mamá y dar seguimiento al caso de Juana.

“Migré para apoyar económicamente el caso de ella, porque mi papá trabaja en el campo, lo que gana era insuficiente, además él trabaja aparte porque se separó de mi mamá”, indicó.

Doña Catarina Santizo de 58 años, madre de Juana, sufrió una quemadura en 2012, desde esa fecha ha quedado en casa. “Hace 10 años que se quemó ella y la quemadura no se seca, no se cura, quedó para estar en casa y sin hacer oficio. Tanto por mi mamá hemos invertido dinero para su medicina para curarla, pero no se cura, también para los gastos de la casa y más los gastos por el caso de Juana”, señaló con lamentos, el joven Pedro Alonzo, de 27 años.

El lugar donde entrevistamos a la familia de Juana Alonzo, fue en la casa de su mamá, doña Catarina Santizo, hecha de concreto con lámina, en donde solo hay camas, el altar para pedir por la libertad de Juana y dos filas de mazorcas colgadas en el tapanco.

La situación, ya de por sí difícil, se agrava más ya que a los gastos que implica luchar por la libertad de Juana, se suma la separación de sus padres. Ellos se separaron en 2015, después que Juana quedó detenida en México.

“El caso de Juana nos ha dado problemas, después que supimos que quedó detenida me separé de mi esposa, entonces por su caso nos peleábamos, tanto por el tiempo que he perdido para luchar por su libertad como por el dinero que he invertido”, lamentó don Antonio.

Primero nos separamos, segundo vino la pobreza, porque lo que yo ganaba en la agricultura iba directo para el caso de Juana. Tercero las enfermedades. Allí me fui a la quiebra, yo tenía las ganas de pelear el caso de mi hija, pero era imposible por la falta de recursos, agregó.

Lo que han hecho para defender el caso

La familia aseguró que lucharon por la libertad de Juana, desde el momento que supieron de su detención. Recordaron que, incluso, con la misma Policía Estatal de Tamaulipas, tuvieron comunicación telefónica. Además, esta entidad de seguridad mexicana les pidió pagar una multa de 20 mil pesos, con la cual les aseguraban que “Juana podría salir bajo condición de libertad”.

Respondieron de inmediato al llamado, enviaron desde San Mateo Ixtatán la cantidad solicitada, equivalente a 9 mil quetzales.

Después los mismos agentes de la Policía Estatal contactaron a un supuesto abogado y les solicitaron otra cantidad del mismo valor de 20 mil pesos. Al igual que el anterior, el dinero se envió desde Guatemala.

“Dos veces nos pidieron los 20 mil pesos, la primera cantidad supuestamente era bajo fianza, pero fue una mentira de la policía mexicana, así nos robaron el dinero. Después nos pidieron 20 mil más, supuestamente porque ellos se encargarían de contratar a algún abogado. La segunda cantidad sí le pagamos al abogado, pero el caso nunca avanzó”, dijo don Antonio.

Seis meses después de la detención de Juana, el hijo mayor de don Antonio, quien radica en Estados Unidos contrató a otros abogados para retomar el caso, pero primero empezaron a pedir sus honorarios, se les pagó entre 300, 400, 500 y hasta a veces los mil dólares.

Fue así que lograron conocer, por sus propios medios, la investigación penal abierta en contra de Juana Alonzo. Según afirman los familiares, los abogados que contrataron en aquel entonces, eran de Estados Unidos.

A veces los abogados le pedían a la familia sus gastos de viaje hasta la ciudad de Reynosa, supuestamente para sacar el expediente del caso. “Pero nunca nos dieron el expediente en físico, solo algunas partes del proceso nos envían en fotografías”, aseguraron.

Cuatro viajes han realizado desde San Mateo Ixtatán hasta el centro carcelario de Reynosa. Entre 2017 y 2018, Pedro Alonzo García logró sacar la visa mexicana para un período de seis meses.

Durante ese tiempo el tío logró viajar dos veces; él viajó porque entendía bien el español, además porque recién estaba llegando de los Estados Unidos. Esa vez él logró gestionar con la ONU y otras organizaciones de derechos humanos reuniones para denunciar el caso de Juana, pero nunca avanzó el proceso.

Entre esas gestiones, en agosto de 2018, la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció que Juana Alonzo, migrante guatemalteca, no entendía de qué la acusaban ni qué hacía en la estación policial cuando fue detenida, lo que fue aprovechado para hacerla firmar un documento donde aceptaba su culpabilidad.

El tercer viaje fue el de la traductora en 2018, a quien también se costeó el viaje. Finalmente, don Antonio Santizo en octubre de 2019 logró visitar a su hija con el apoyo de la organización Equipo de Estudios Comunitarios (ECAP), que cubrió los gastos del viaje, alimentación, vuelo, el trámite de la visa mexicana y la gestión del espacio para llegar a la cárcel.

Don Antonio aseguró que su hija Juana aprendió un poco el idioma español en la cárcel, marcada por la necesidad de entender su caso y comunicarse, porque en San Mateo solo hablaba en Chuj, su idioma materno.

¿Ser maestra o ama de casa?

En Guatemala, desde la concepción de Estado la educación es un bien público y un derecho, la cual debe ser facilitada a toda la población sin exclusión alguna. Sin embargo, en la actualidad persiste la desigualdad en la vida de las mujeres, a quienes se les han limitado las oportunidades de formarse libremente, porque aún prevalecen instituciones conservadoras en la sociedad guatemalteca, que lo único que ha establecido en todas las áreas de la vida, entre mujeres y hombres, es una profunda desigualdad de género, de identidad y social.

Estas desigualdades son evidentes en lo que respecta a educación y que el sector más marginado de la sociedad son las mujeres, “donde se encuentran los niveles más críticos del analfabetismo, la deserción y el ausentismo escolar, estableciendo con ello que existe deficiente cobertura educativa equitativa, lo que incide negativamente en las perspectivas de un crecimiento económico con equidad a nivel personal, familiar y comunitario”, según indica María del Carmen Hernández, en su tesis de licenciatura “Implementación del programa educación para la vida en la Asociación Nacional de Desarrollo Integral Fuerza Humanitaria ANDIFUH”, publicado para la Universidad de San Carlos de Guatemala en 2009.

Uno de los factores que tiende a dificultar la vida de las mujeres mayas, pero no a impedir el desarrollo académico, es la concepción patriarcal, racista y machista que aún persiste en la sociedad.

Para el caso de Juana Alonzo Santizo estos factores explican una experiencia particular dentro de la dinámica migratoria, es decir, los desafíos que implica dejar el calor del hogar, la familia nuclear y extensa, las amistades, los patrones culturales en donde no se reconoce una identidad sociolingüística.

A Juana se le privilegió su ser mujer maya en el oficio del hogar más no en la educación. Ella no tuvo las mismas oportunidades que sus hermanos, estudió su nivel básico en una jornada plan fin de semana por la vía de un programa radial, es decir a través del Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica (IGER).

Ella cerró el nivel de educación primaria en 2005, más tarde se dedicó al oficio del hogar por dos razones: Primero, por la desigualdad que hay entre la familia por su condición de mujer, ya que eran varios en el núcleo familiar a quienes se les debía atender con la comida que implicaba ir al molino de nixtamal, luego tortear y lavar la ropa. Segundo, porque su papá, don Antonio Alonzo, le dijo que priorizaría únicamente a los hombres porque no había posibilidades para todas y todos. Entonces ella decidió apoyar en los quehaceres de la casa.

Pero las ganas por estudiar no se apagaron, un año más tarde insistió que quería estudiar. Su papá aceptó, pero solo para el plan fin de semana. Fue así como inició el nivel básico a través del programa de IGER en 2007, que logró cerrar en 2009, “con menos contenido, poco tiempo y explicación acelerada”, aseguró su hermano Pedro.

Pedro entiende los problemas y las dificultades por las que pasó su hermana Juana y contrasta con dos contextos: los hombres en el campo y las mujeres en el oficio del hogar, “prácticamente así no se aprende nada”, aseguró.

“Ella casi no aprendió nada, más que estudiar se esforzó por cuidarnos y la mayoría de su tiempo la dedicaba a la cocina. Vemos que el caso de su estudio fue duro, incluso nosotros estamos conscientes que muchas veces no aprendemos bien cuando estudiamos plan diario mucho, menos ella y hablar nuestro idioma es un problema para aprender”, reconoció.

Más tarde comenzó a estudiar la carrera de magisterio, entre penas y derrotas. Estudió en 2010 el cuarto grado de educación primaria en el Instituto de Educación “Yinhatil Nab´en”, con sede en su municipio, el éxito no estuvo a su favor, reprobó el grado.

“De allí ya no siguió en el Instituto, pero ella tenía las ganas de estudiar y aprender, nunca se dio por vencida. Entonces lo que hizo ella fue meterse en el Instituto Nacional. Mejor me meto aquí dijo ella, entró allí y repitió el grado de cuarto magisterio”, recordó Pedro, su hermano.

“Comenzó a estudiar y pasó lo mismo, ella perdió el grado y reprobó la recuperación, hablamos con los maestros para una segunda recuperación, accedieron y ella pasó raspadito. Así culminó su carrera de magisterio, entre adversidades. Ella era un caso especial, los maestros la acompañaron con tutorías y comprensión, fue así que ella logró cerrar los tres años”, añadió.

Juana cerró la carrera en 2013, un año después (2014) intentó migrar.

“Ella no tuvo oportunidades de trabajo en el municipio más que estar en la casa y hacer los oficios domésticos. Porque éramos muchos, mi papá que iba a trabajar al campo, mis dos hermanas eran menores y nosotros los hermanos estudiábamos, ella hacía todo por nosotros, preparar la comida, lavar la ropa y cuidar a mi mamá, prácticamente era la segunda madre de nosotros”, dijo Pedro.

Su padre, don Antonio, lamentó el no haber apoyado a su hija Juana a tener todas las posibilidades de estudio, ahora le apuesta la carrera a su última hija, María Alonzo, quien este año inició con la carrera de magisterio.

Mientras lamentaba el hecho, su hijo Pedro concluyó que el caso de su hermana Juana, se trata de violencia contra las mujeres. Aseguró que ella “está encerrada injustamente, está pagando un delito que nunca cometió”. “Es injusto, no hay hechos, no hay pruebas”, agregó el papá.