Amor sin fronteras: madres migran para procurar una vida mejor para sus hijos
Escapar de la violencia intrafamiliar y de la pobreza fueron los motivos para que dos mujeres jóvenes indígenas, decidieran dejar a sus hijos, con la premisa de una vida mejor.
Por Mirna Alvarado
Mientras muchas recibían flores, serenatas, abrazos, besos y felicitaciones por el Día de la Madre, Yolanda Racancoj, originaria de Llanos del Pinal, Quetzaltenango, y Fabiola García de Olintepeque, tuvieron que conformarse con una videollamada.
Yolanda y Fabiola han enfrentado una difícil decisión: dejar a sus hijos con familiares para escapar de la violencia intrafamiliar y buscar su libertad, Yolanda Racancoj, de 39 años, vivió en una relación abusiva durante años.
La violencia física, emocional y económica que sufrió la llevó a tomar la dolorosa decisión de dejar a sus dos hijos con su madre para buscar ayuda. "Fue la decisión más difícil de mi vida, pero sabía que tenía que hacerlo por el bienestar de mis hijos y por el mío propio", dijo Yolanda.
Fueron 12 años de aflicción, la violencia emocional su esposo ejercía sobre ella afectaba también a los niños, la llegada de a pandemia en 2020 fue el detonante. “él no me daba gasto, yo veía que hacer para obtener lo suficiente para alimentar a los niños, pero no podía hacer nada sin que él se enojara y comenzara a discutir”, comenta.
Por consejo de sus familiares y amigos, Yolanda acudió a la Policía Nacional Civil (PNC) a colocar la denuncia respectiva, también acudió a la Fiscalía de la Mujer del Ministerio Público (MP). El caso llegó al Juzgado de la Familia donde se le otorgaron medidas de seguridad. Pero la orden de alejamiento del juez no fue suficiente para que las agresiones se detuvieran.
“Se embriagaba y llegaba a la casa de mi mamá donde yo me encontraba, nos quitó la paz, el toque de queda para la pandemia no lo detenía. Él ya no vivía con nosotros”, relató.
Yolanda esperaba que los operadores de justicia hicieran algo más para ayudarla, la gota que derramó el vaso fue cuando se vio en la necesidad de poner en venta su casa, debido a que su marido la tenía empañada y con cuotas de pago atrasadas.
“Gracias a Dios el banco me dio la oportunidad de hacer la venta por mi parte, de lo contrario la habríamos perdido por Q45 mil quetzales”, refiere.
Yolanda lleva tres años en Houston Texas, su travesía no fue nada fácil, recuerda que caminó por un mes, los últimos días en compañía de unas 200 personas incluyendo niños, todos en un furgón.
“No podíamos sentarnos, tampoco teníamos agua, sentíamos frío, pensar en mis hijos fue lo que me mantuvo en pie. Ahora trabajo en un restaurante donde misrestaurante mis hijos de 15 y 13 años están estudiando, mi meta es ayudarles hasta que terminen sus estudios universitarios”, menciona entre suspiros.
“Aquí no se celebra el Día de las Madres, pero esta mañana recibí mensajes de mis hijos, para mi es tristeza doble, porque quisiera estar en esta fecha con mi madre que tanto me ayudó, al mismo tiempo quisiera poder abrazar a mis hijos. Sé que no será posible hasta que les cumpla”, asegura.
Fabiola: mis hijos son mi razón de vivir
Fabiola García, de 28 años, también enfrentó una situación similar. Después de años de abuso por parte de su pareja, decidió dejar a sus tres hijos con su hermana mayor Rebeca y emprender un viaje en busca de seguridad y libertad. "Mis hijos son mi razón de vivir, pero sabía que, si no me iba, nunca podríamos escapar de la violencia, quizá hubiera salido pero encajonada", comentó Fabiola
A Fabiola no solo le tocaba soportar los abusos de su conviviente sino también los de su suegra. “La frase no servís para nada, era una constante, si no era él era ella, nunca estaban contentos con nada. Cuando mis padres murieron recibí un terreno como herencia, lo vendí y con eso construí una casa, creí que con darle un techo a su mamá las cosas serían mejor, pero me equivoqué”.
Al cabo de 10 años la convivencia fue mucho más complicada, al punto de ser agredida físicamente por la suegra, quien de un momento a otro decidió expulsarla de su vivienda. “Recuerdo que fue una tarde de junio, habíamos salido con los nenes porque era el cumpleaños del chiquito, cuando volvimos encontramos nuestra ropa en bolsas de basura, no pudimos entrar porque la chapa ya estaba cambiada”, recuerda García.
Fabiola junto a sus hijos de diez, siete y cinco años debieron juntar sus pertenencias de la calle y buscar refugio con una vecina, alquiló una pequeña habitación a ocho cuadras de su antigua casa. Buscó ayuda en el Ministerio Público, la Defensoría de la Mujer Indígena, pero nunca obtuvo apoyo.
“Cuando planteaba mi situación, me decían lo mismo que él tenía las de ganar, que no podría recuperar mi casa y que definitivamente me olvidara de pedirle pensión alimenticia, así que la opción fue venir a los Estados Unidos”, señala.
La frustración la llevó al borde de un suicidio. “Cerré los ojos por un momento y vi las caritas de mis niños y me arrepentí. Entonces encontré una organización de mujeres que me motivó a no rendirme y con la ayuda de amistades y familiares logré pagar un guía (coyote) para llegar aquí”, contó.
Fabiola tiene cinco años de vivir en Los Ángeles, California, su primer trabajo fue en un restaurante de comida rápida, su poca preparación en el idioma fue uno de sus desafíos, tampoco tenía conocidos. Ahora ya domina el idioma inglés en un 75 por ciento, comenta que ahora trabaja en una lavandería donde se desempeña como asistente de la gerencia.
“Es triste no estar presente en las actividades escolares del Día de la Madre, pero sé que el sacrificio lo vale, mis hijos ya tienen donde vivir, tienen un techo ahora me corresponde darles lo suficiente para que estudien y se preparen y no padezcan lo mismo que yo”, manifiesta.
Ambas mujeres encontraron apoyo en organizaciones locales que brindan asistencia a víctimas de violencia doméstica, en el caso de Yolanda, sus hijos continúan con tratamiento psicológico para superar los traumas que vivieron.
Su valentía y determinación son un testimonio del impacto devastador de la violencia intrafamiliar y la importancia de buscar ayuda y apoyo.